Quería compartir algunas reflexiones sobre las palabras de Juan Carlos Volnovich publicadas bajo el título “Tarjeta roja a la prostitución forzada”, en las que se hace referencia a la contratación de prostitutas y en que se calcula que cuarenta mil mujeres de los países de Europa del Este y del norte de Africa se sumarán a las quince mil “trabajadoras sexuales” forzadas que residen en Alemania.
Soy militante feminista, psicóloga y trabajo en relación con la violencia contra las mujeres, que está absolutamente naturalizada y avalada por muchos hombres y mujeres, que justifican un modelo profundamente misógino.
Y alguien me dirá: ¿pero “no será mucho” hablar en pleno siglo XXI de misoginia? Volnovich nos ayuda a pensarlo cuando nos pregunta: “¿Acaso existe la prostitución libre, aquella que se elige a voluntad?”, a lo que yo sumaría: ¿acaso creen que existe la decisión de muchas mujeres de tener decenas de hijos sin desearlo, de no abortar, de exponer su cuerpo para intentar ser madres a cualquier costo, a permitir que sus maridos/parejas las golpeen y las violen, a aceptar que sus empleadores les paguen menos que a sus pares varones, a validar el maltrato y la descalificación o de estar más expuestas a contraer VIH que los varones? ¿Son realmente éstas, elecciones posibles? No lo creo. Tienen todo el estilo de ser elecciones forzadas.
El escritor español Juan José Millás dice que mientras no nos demos cuenta de que las mujeres son al misógino lo que el español al etarra, el judío al nazi, el negro al racista y el homosexual al homófobo, es decir, mientras la misoginia no nos produzca el mismo espanto que el terrorismo, el nazismo, el racismo y la homofobia, las mujeres continuarán cayendo como moscas. Y las mujeres siguen cayendo como moscas y todavía hay muchos que continúan contribuyendo a una sociedad excluyente e intolerante. No nos olvidemos de que detrás de esto están los que hacen muchísimo dinero y que no son precisamente ni las prostitutas ni los que demandan sus servicios sexuales. Por esto, agradezco que existan espacios para empezar a denunciar estas cosas.
“Misoginia”, que la Real Academia Española define como aversión u odio a las mujeres, debe tener un antónimo, ya que de hecho debe existir la “aversión al sexo masculino...” como una patología muy seria, tanto de hombres como de mujeres. Si bien muchos utilizan el término “misandria” como antónimo, la RAE aún no contempla esta palabra. Ahora bien, por su etimología, antónimo de “androfobia” sería “ginefobia”, palabra sí aceptada y definida como la “aversión obsesiva hacia las mujeres”. “Misoginia” y “ginefobia” serían sinónimos cuando los vocablos griegos “medien” y “fobos” no lo son. Y finalmente y como un aporte más a la confusión general, hay quienes responden que el antónimo de “misoginia” es “androginia”, definido como que “tiene los dos sexos pero no hace relación o aversión, odio o miedo alguno...”, pero que pareciese que en el imaginario colectivo, ayudado por la fonética, se asocian más de lo debido.
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