Los acontecimientos en los alrededores de River con motivo de los recitales de los Rolling Stones demuestran una vez más la sociedad que hemos sabido construir a lo largo de nuestra historia y particularmente en los últimos 30 años. A primera vista, uno diría que nuevamente la civilización y la barbarie están a prueba. Un análisis más profundo nos haría pensar que estos jóvenes excluidos culturalmente de las más elementales formas de vida comunitaria fueron ayer victimarios, pero también son víctimas de una sociedad que todo el tiempo les ha demostrado que cumplir con las normas no sirve demasiado. Una sociedad que vivió alimentándose de impunidad, donde todo vale, ¿por qué no va a generar como alternativa “robemos una entrada” y entremos al recital o provoquemos desorden para “colarnos”? Las imágenes de la televisión parecían la mejor metáfora de la sociedad argentina: los incluidos y los que se quedan afuera de todo, inclusive de educarse en el esfuerzo de los logros propios, no los robados o regalados desde un Estado clientelístico. Si el sistema nos propone sólo consumir y satisfacer el deseo y dejamos de lado los valores, todo es válido para lograr nuestro cometido.