Soy supervisor de Enfermería de una Unidad de Terapia Intensiva (UTI), en una institución privada de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, las vicisitudes de la vida me llevan a colocarme en el rol de familiar de un paciente de UTI, en una institución pública. Mi padre es operado a raíz de una isquemia intestinal, lo cual lo obliga a una estancia de 30 días en esta terapia. Estuve del otro lado del mostrador, siendo familiar. Quiero dejar reflejado que nunca voy a encontrar suficientes palabras de agradecimiento para todo el personal que intervino en la atención de mi padre. Todo lo que se hizo fue brillante, desde lo estrictamente técnico hasta lo inherente al soporte emocional que necesité junto al resto de mi familia. Necesito que quede reflejado este sentimiento, y contribuir a desmitificar del imaginario popular la idea de que sólo hay buena atención donde más se paga. El hospital público funciona y es excelente. Puedo contar mil anécdotas que reflejen todo lo que sostengo anteriormente, pero simplemente voy a decir gracias a todo el equipo de la UTI, al equipo de Cirugía y al de anestesistas del Hospital Bernardino Rivadavia.