CONTRATAPA
The carne blues
› Por Juan Sasturain
“La chair est triste, hélas! et j’ai lu tous les livres”
Stephane Mallarmé, Brise marine
Melancolía del peceto
Una tarde de otoño el peceto subió con
pasos cortos y esforzados
por Plaza Francia arriba desde Libertador y entró en la Biblioteca Nacional.
Pidió en el primer piso el Diccionario de la Real Academia Española,
después en el segundo una enciclopedia de veinte gordos tomos
y se buscó como cualquier nombre propio o común con pretensiones
de estar: culo, Sarmiento, azotillo, felicidad o
castañuelas.
Tal vez el tonto peceto buscó mal, dudaba en la
grafía con c o sc
como Discépolo –que aparecía: Armando, Enrique Santos– pero lo cierto
es que él no estaba. No sólo no figuraba
entre los cortes españoles más vistosos
sino que
simplemente
el peceto no existía en general.
Hay quienes conjeturan, acaso con criterio,
que de entonces data la extraña conducta del peceto, una carne
poco demostrativa, insegura de sí, tímida y sólo comparable en perfil bajo
a la aguja y las entrañas, e incluso más
callado que el mondongo.
Otros no. Son aquellos que sostienen
hipótesis de premisas más flagrantes,
y lo ven atrapado en una lucha amarga y despareja:
no es fácil, argumentan, competir con cortes
parrilleros pletóricos
de buena y aceitada prensa nacional aunque no sean –argentinos al fin– sino groseros
entreverados de grasa
o puro hueso de descarte.
El melancólico peceto navega así, en salsa anodina y plato de vieja,
sin un destino jugoso ni otra aventura a la vista
que un agridulce mechado violador.
Anomia, marginación y monotonía lo han confinado
al horno con papas, el corte regular y el aderezo
burocrático.
A la hora del elogio, cocineros hipócritas suelen
felicitarlo por prolijo
mientras comentan por lo bajo qué boludo.
Los cuadriles
De mañana los cuadriles se preparan
enfilados fríos fáciles factibles
se sueñan milanesas corte fino
bife feliz a caballo bien domado
ilusiones de mármol
brillos
de supermercado.
Por la tarde los cuadriles languidecen
al rumor de la heladera de tres cuerpos
al sopor de las costuras de la grasa
tristeza de la carne desechada
en carne viva
muerta y de nuevo congelada.
Cada noche los cuadriles se acicalan
arman salidas cortas, bifecitos
con guarniciones pavas
radichetas, tontas papas
tuvieron un día fatal
terminan sobras.
Coplas de carne picada
Cuando la carne se pasa
a lo pasado, picado.
Sólo la picada pasa
pero pasa al otro lado.
La carne quieta no pica
no tiene sabor a nada,
pero la vida la pica
para que esté sazonada.
El tiempo pica primero,
la carne viene en picada,
la muerte que es puro hueso
está armando la empanada.
En la picada del tiempo
la carne llegó pasada.
Quiero picarle la boca
a la muerte desdentada.
La nalga maltratada
Si la nalga cae –digo, es un decir–
si la nalga cayese o cayera
grasa par
arrastrada
hacia abajo
despañada baja masa.
Si la nalga acabara
mansa y blanda
qué mal hablada la chancha
se quejara amargamente
de los dulces
se soñara dulcemente
maltratada.
Lomo solo mal se loma
Parado solo en la loma
lomo asoma
solo de soledad dorsal
tierno caro
desde arriba
mira cómo
carne abajo
se desloma
trozado corte vulgar
cabo a rabo.
Soledad a la pimienta
nunca guiso
ni parrilla compartida
Lomo solo
mal se lame mal se
loma
mal se lomo
lomo derno
lomo nótono del plato
lomo tonto lomo garca
lomo solo a la carta
en la loma del menú
más por menos
soledad:
lomo con
guarnición acuartelada.