CONTRATAPA › CARTAS
Vivimos en una sociedad muy sexualizada. El sexo, las manifestaciones de lo erótico están en todas partes. Hoy es más fácil escuchar comentarios osados sobre la necesidad del orgasmo, la existencia del punto G, la importancia de las fantasías en la vida sexual, etcétera. Al mismo tiempo en que este discurso sexual, casi omnipresente, nos permite suponer una cierta libertad de expresión, las campañas publicitarias sobre la necesidad de protegerse de las consecuencias físicas no deseadas (ETS o embarazo no deseado) en las relaciones sexuales ocupa un lugar importante en la idea de salud pública. Así, todo indicaría que estamos en el buen camino: podemos hablar libremente de sexo y existen campañas por la seguridad en las relaciones sexuales. Sin embargo, la realidad no dice que estemos con resultados tan positivos. Varios medios científicos informan que los esfuerzos en prevención no generaron cambios efectivos en los comportamientos sexuales de riesgo. Así también, aunque se hable tanto de sexo, los problemas de anorgasmia, eyaculación precoz, de aceptar situaciones de violencia, entre otros, continúan siendo una verdadera epidemia. Entonces, ¿cuál es el problema? Continúo pensando que todavía no encaramos la solución más clara, necesaria y barata para resolver muchos de estos problemas: la educación sexual. La sexualidad es un fenómeno cultural, que debemos educar a través de un triángulo esencial, que garantiza una buena sexualidad: desenvolvimiento de la comunicación como cimiento, construcción de herramientas para la gestión de los conflictos como útil para la prevención y promoción del conocimiento personal como estrategia para la felicidad. La educación sexual no es sólo información sobre el sexo. La educación sexual son procesos construidos, en continuo, a partir de las limitaciones del educando para ampliar sus aptitudes en la vida. Pensar de otro modo implica negar la posibilidad de hacer una sociedad donde la equidad de género sea una constante pragmática y no sólo discursiva, donde la violencia sea excepción y no norma, en donde la diversidad sea riqueza que procuremos permanentemente.
Francisco Viola
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