CONTRATAPA
Fugaz
› Por Horacio Verbitsky
En su fugaz mensaje de ayer el senador Eduardo Duhalde atribuyó a la supuesta inminencia de un acuerdo con los organismos financieros internacionales la decisión de adelantar los comicios para marzo de 2003. Esto crearía un clima más propicio para el objetivo de rescatar a la política como herramienta de transformación social, dijo. Se cumpliría así su objetivo de alejar al país de una situación preanárquica y salir de la recesión.
Bellas palabras y, además, breves.
El problema es que no reflejan la realidad. El FMI sólo aceptó diferir un pago que vencía en los próximos días. La misma respuesta hubiera obtenido el gobierno argentino en enero, de haberlo solicitado. Lo que buscaba y no consiguió era un aporte de por lo menos 15 mil millones de dólares. En cuanto al clima, pocas veces ha sido más sombrío. Recesión es una palabra benigna para describir la situación económica, y la gravedad de la crisis social supera todo lo conocido.
La decisión del senador Duhalde, urgida en las últimas 48 horas por su esposa, Hilda González, obedece a otras razones. Es la confesión del fracaso de cada una de sus iniciativas, ejemplificado por el último viaje del ministro de Economía a Washington y por el tremendo episodio de la estación de Avellaneda, el miércoles.
Lavagna ya obtuvo todo lo que podía esperar del FMI. La ruptura del pacto con el radicalismo verificada en la oportuna renuncia del senador Alfonsín dejó al gobierno sin sustento legislativo. La violenta respuesta estatal a los reclamos sociales manchó de sangre un interinato que no tenía otro logro para mostrar que su diferencia con los días finales de Fernando de la Rúa.
Si Duhalde consiguiera controlar la situación, en las próximas horas podrían anunciarse otros cambios. Algunos de los impulsores de la salida autoritaria dejarían el gobierno. De la Secretaría de Inteligencia del Estado sería eyectado Carlos Soria, quien no pudo presentar como prueba de un supuesto complot para la toma revolucionaria del poder más que la grabación de una rutinaria asamblea piquetera, en la que se repiten las mismas consignas que pueden leerse cualquier semana en los periódicos políticos de la izquierda romántica. Jorge Vanidossi, quien recogió el tomate de Soria, lo creyó una flor y lo entregó a la Justicia para que investigara esas tonterías, volvería a su estudio jurídico del que en mala hora salió. Jorge Matzkin abandonaría la cartera política, desde la cual se organizaría la salida electoral. En su lugar asumiría Juan José Alvarez, quien vaticinó lo que ocurriría si se abandonaba la prudencia en el control del orden público y resistió el desatino mientras pudo. Seguridad y Justicia se fusionarían en un único ministerio, tal como ocurre en la provincia de Buenos Aires, y su titularidad sería ofrecida a Carlos Arslanian. Si Arslanian no pudiera olvidar la forma en que Duhalde truncó su reforma policial en Buenos Aires y entregó su cabeza a las conveniencias electorales, Alvarez retendría Seguridad como dependencia de Interior. Para sus últimos meses, Duhalde se decidiría a cubrir el cargo de jefe de gabinete, vacante desde el alejamiento de Chrystian Colombo. Menos claro es el destino de los dos ministros militares del gabinete, Carlos Rückauf y Horacio Jaunarena.
Contra lo que el ex intendente de Lomas de Zamora dijo anoche, el acortamiento de su interinato sólo revela lo resbaladizo del suelo en el que patina. Por eso mismo tampoco hay garantías de que consiga hacer pie hasta marzo. Julio Nazareno ya empezó a precalentar.