› Por Kofi Annan *
Cuando en 1997 hablé por primera vez como secretario general de la ONU, me parecía que la humanidad tenía ante sí tres grandes desafíos. El primero era asegurar que la globalización beneficiara a la raza humana en su conjunto y no sólo a sus miembros más afortunados. El segundo, acabar con el desorden mundial posterior a la Guerra Fría, sustituyéndolo por un verdadero nuevo orden mundial de paz y libertad, como se prevé en nuestra Carta. Y el tercero, proteger los derechos y la dignidad de las personas, particularmente de las mujeres, que en tantas ocasiones se veían pisoteadas.
Al ser el segundo secretario general procedente de Africa, pensé que estos tres desafíos –el de la seguridad, el del desarrollo y el de los derechos humanos, y el imperio de la ley– me afectaban directamente. Africa se encontraba en grave peligro de quedar excluida de los beneficios de la globalización, inclusive de quedar abandonada al margen de la economía mundial (...).
En la década transcurrida desde entonces, muchas personas han estado luchando para afrontar estos desafíos mundiales. Se ha logrado mucho, pero también los acontecimientos han planteado nuevos desafíos o, más bien, han dado a los viejos nueva forma, o un cariz más intenso. En el ámbito económico, tanto la globalización como el crecimiento han seguido a ritmo acelerado. Algunos países en desarrollo, sobre todo en Asia, han desempeñado un importante papel en este crecimiento (...).
Entre tanto, a nivel de la política de desarrollo, el debate ha progresado, dejando atrás modelos que rivalizaban para centrarse en metas convenidas. Además, el mundo reconoce ahora que el VIH/sida es un problema importante para el desarrollo, y ha comenzado a hacerle frente (...).
Pero no nos engañemos. El milagro asiático todavía no se ha reproducido en otras partes del mundo; e incluso en los países asiáticos más dinámicos sus beneficios distan de ser compartidos por todos equitativamente. Asimismo, es poco probable que los objetivos de desarrollo del milenio se consigan en todas las naciones en 2015. Es cierto que en muchos países en desarrollo hay ahora una mejor idea de lo que es la buena gobernanza y de su importancia. Pero muchos aún están lejos de llevarla a la práctica (...).
Amigos, la globalización no es corriente por la que navegan todos los barcos. Incluso entre los que, según las estadísticas, sí se están beneficiando, hay muchos que se sienten tremendamente inseguros, además de acusar profundamente la aparente autocomplacencia de los más afortunados que ellos. Así pues, la globalización, que en teoría nos une a todos, en la práctica puede llegar a separarnos aún más.
¿Estamos acaso más protegidos contra el segundo desafío: los horrores de la guerra? De nuevo algunas estadísticas así lo indicarían. Hay menos conflictos entre Estados de los que había antes, y han terminado muchas guerras civiles (...).
Pero tampoco aquí debemos hacernos ilusiones. En demasiadas partes del mundo, especialmente del mundo en desarrollo, la gente todavía sigue expuesta a conflictos brutales que se libran con armas pequeñas pero mortales (...). Es vergonzoso que en el documento final de la Cumbre Mundial del año pasado no haya una sola mención a la no proliferación y el desarme, básicamente porque los estados no pudieron llegar a acuerdo sobre cuál de ambos aspectos debería tener prioridad. Ya es hora de acabar con esta controversia y afrontar ambas tareas con la urgencia que requieren.
Además, igual que algunos de los que se benefician de la globalización pueden sentirse amenazados por ella, muchos de los que estadísticamente están más protegidos de los conflictos no se sienten seguros. De eso tenemos que agradecer al terrorismo, que mata o mutila a relativamente poca gente, si se compara con otras formas de violencia (...).
Tal vez nos gustaría pensar que el conflicto árabe-israelí es sólo regional, pero no es así. Ningún otro tiene una carga simbólica y emocional tan fuerte entre personas que se encuentran lejos del campo de batalla. Mientras los palestinos vivan bajo la ocupación, expuestos diariamente a la frustración y la humillación, y mientras mueran israelíes como consecuencia de bombas que explotan en autobuses o en salas de baile, los ánimos seguirán enardecidos en todas partes. Por un lado, los partidarios de Israel consideran que se lo juzga con dureza, con arreglo a criterios que no se aplican a sus enemigos, y con frecuencia es cierto, en particular en algunos órganos de Naciones Unidas. Por otro, la gente se indigna por el uso desproporcionado de la fuerza que se hace contra los palestinos y por la continua ocupación y confiscación de tierra árabe por Israel (...).
Pero, ¿qué ocurre con el tercer gran desafío al que se enfrenta la humanidad, el imperio de la ley y nuestros derechos y nuestra dignidad como seres humanos? También en este ámbito ha habido un progreso notable. Se han consagrado más derechos en tratados internacionales; y esta Asamblea General está a punto de codificar los derechos de un grupo que lo necesita especialmente: las personas con minusvalidez y discapacidad.
Hoy día más gobiernos son elegidos por aquellos a quienes gobiernan, a quienes rinden cuentas. La humanidad ha logrado llevar ante la Justicia a algunos de los que cometieron los crímenes más atroces contra ella. Y esta Asamblea, que se reunió hace un año al más alto nivel, proclama solemnemente la responsabilidad, en primer lugar de cada Estado, pero en última instancia de la comunidad internacional, por mediación de Naciones Unidas, de “proteger a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad”.
No obstante... Todos los días nos llegan informes de nuevas leyes que se vulneran, de nuevos crímenes brutales a los que se ven sometidas personas y grupos minoritarios. Incluso la necesaria y legítima lucha que se ha emprendido en todo el mundo contra el terrorismo se utiliza como pretexto para incumplir o derogar derechos humanos fundamentales, cediendo así terreno moral a los terroristas y ayudándoles a ganar adeptos. Tristemente, una vez más, el mayor desafío procede de Africa, de Darfur, donde el espectáculo continuo de los hombres, mujeres y niños obligados a huir de sus hogares por miedo a los asesinatos, las violaciones y la quema de sus pueblos deja en ridículo nuestra exigencia, como comunidad internacional, de proteger a las personas de los peores abusos.
En resumen, señora presidenta, los acontecimientos de los últimos 10 años no han resuelto, sino que han agudizado los tres grandes problemas que mencioné anteriormente: la economía mundial injusta, el desorden mundial y la generalización del desprecio por los derechos humanos y el imperio de la ley. Como resultado de ello, nos encontramos ante un mundo cuyas divisiones amenazan la propia noción de comunidad internacional, sobre la que se fundamenta esta institución.
Y, sin embargo, esto ocurre precisamente cuando los seres humanos de todo el mundo, hoy más que nunca, forman una única sociedad. Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos son globales y exigen respuestas globales en las que todos los pueblos deben desempeñar su papel (...).
* Extracto del discurso pronunciado ayer por el secretario general de Naciones Unidas, ante la Asamblea General.
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