› Por Osvaldo Bayer
Hoy vamos a hablar del Arte. Sí, en medio de tantos problemas que nos agobian y agobian al mundo entero. Es que hay sectores del ser humano que no se rinden. Apuestan al Arte. O más todavía, a las Bellas Artes. Bellas Artes, el bello nombre bautizado por las bellas almas. Incorregibles. En momentos en que en el mundo entero se vende todo, las bellas almas defienden las Bellas Artes. Sí, el domingo último –un domingo, precisamente, tenía que ser un domingo, el día de la caricia y la amistad– se abrazaron centenares de almas sensibles alrededor de la Escuela de Bellas Artes en Costanera Sur, que lleva el nombre de aquel artista tan nuestro: De la Cárcova. Sí, hace muy poco escribimos aquí, en una de estas contratapas, una crónica dolida de lo que significaba este increíble rincón de soñadores del arte, levantado por generaciones anteriores con un sentido profundo de que todo en la vida no tiene que ser dinero y restaurantes de lujo en Puerto Madero. No. Ahí, en Costanera Sur, se levanta este reducto de las mentes limpias, de manos que modelan, que dan el oxígeno de las Bellas Artes que purifica la atmósfera cargada de gases, egoísmo y prisa por ganar, de la ciudad adyacente de los Buenos Ayres. Tenemos un palacio de Bellas Artes en ese rincón de nuestra ciudad todavía poblado de verde, porque allí sonríen los árboles, de pura alegría de estar rodeados de figuras del arte.
Pero a ese último reducto se lo quiere desmantelar desde una iniciativa de los tiempos de Menem-Moneta. Dos palabras que lo dicen todo. Lo encierran todo. Aquel tiempo en que toda moneta iba a parar al bolsillo como lema único del programa.
Sí, se cierra la escuela de Bellas Artes y después seguirán los otros, con el temor de que todo quede en otro Puerto Madero, el Puerto Madero Sur, con restaurantes para la gente de bien, como se decía antes y tuvo el remache de oro en la culminación del siglo que acaba de fenecer. Y como paso inicial se comenzó a dar al edificio “otros usos” arancelados. Arancelados, por supuesto, porque se viene al mundo para ganar plata y no como los nobles patriotas de aquel Mayo de 1810, del “ved en trono a la noble igualdad, libertad, libertad, libertad”. Se acabó con los “Estudios de Posgrado en Artes Visuales, Públicos y Gratuitos” que estableció la generación de nuestros padres y abuelos en 1921. Con Menem-Moneta se pasa al primer acto: “el que quiere estudiar, que pague” y después seguirán los otros pasos ineludibles. Claro, no contaron con el abrazo solidario de los que creen en el Arte en la Vida, en la Belleza, en la Poesía, y no en la Moneta.
La Escuela de Bellas Artes queda en la Costanera, enfrente de la fuente de las Nereidas. Hasta ahora, los docentes y alumnos lograron frenar un intento de demolición para construir un “mega-edificio”, claro está, de varios pisos. Con toda urgencia hay que luchar para que la escuela de Arte sea declarada monumento histórico porque si no, una vez más, las ilusiones con que nuestros antepasados construyeron este oasis de la imaginación humana pasarán a ser, después del consabido vaciamiento y la innoble privatización, una tierra de negocios inmobiliarios y gastronómicos que caracterizaron las últimas décadas del devenir argentino.
Hasta ahora, de los políticos, sólo ha reaccionado el legislador porteño Héctor Bidonde, quien, en un proyecto de declaración –que se espera apoyen todos sus colegas–, exhorta al gobierno de la ciudad de Buenos Aires y al Poder Ejecutivo nacional a que garanticen la continuidad de la Dirección de Posgrado en Artes Visuales Ernesto de la Cárcova y del Museo de Calcos y Esculturas Com-paradas.
En una palabra, no destruir sino conservar para mejorar, dar más aire y cada vez más empuje al Arte, que no es otra cosa que la búsqueda de la Belleza y de los sentimientos escondidos del espíritu de la creación. Arte significa Crear, meterse en el Alma, tratar de Saber a través de la búsqueda de la idea y del espíritu. Para lo cual, defender la enseñanza, práctica e investigación, públicas y gratuitas, de las artes visuales como última etapa de la formación académica y, para ello, el posgrado.
Uno se siente bien cuando revisa los archivos y ve que a este instituto de arte concurrían no sólo egresados de las escuelas de nuestro país sino también los becarios de países latinoamericanos, atraídos por el prestigio y la calidad del establecimiento.
Cuando se creó esta usina de belleza e ideas, ya nuestros artistas no tuvieron la necesidad de viajar a Europa para perfeccionar sus técnicas y sus visiones. Además, es un placer recorrer los apellidos de los que fueron sus alumnos y ver cómo llegaron a ser los artistas consagrados de nuestro ambiente. Muchos de ellos que, además, consagraron su arte a la docencia.
Creemos que en el mantenimiento de la Escuela Superior de Bellas Artes se juegan todos los principios de la Etica. Y el respeto por lo que crearon nuestros antepasados y su visión de la vida. Por eso, ésta tiene que ser una verdadera batalla ciudadana. Tenemos que seguir abrazados a la Escuela de Bellas Artes todos los que pensamos que el arte nunca tiene que estar atado al pensamiento económico. Todos los intelectuales argentinos deben venir, todos los artistas y también la juventud estudiosa a abrazar este oasis de la Cultura. Debemos luchar para que la vida, alguna vez, se convierta en una obra de arte y no en monetas.
Pero la vida no se rinde. He estado en San Jerónimo Norte, esas tierras santafesinas de los veranos de mi infancia. Allí entré en la Escuela 323, que sirvió de base a la Feria del Libro. Entré como a un templo del Arte, porque los alumnos exhibían todos trabajos artísticos realizados por ellos, todas las prácticas del dibujo y la pintura, y objetos artísticos. Maravillas hechas con papel: flores en sus distintas formas y colores. Y un salón en especial con el recuerdo: los desaparecidos de la dictadura militar. ¡Cuánta inspiración y cuánto dolor interpretando lo que ellos no conocieron pero que les relataron sus familiares y sus maestros! Sí, el ser humano no se rinde ante el horror, y menos los niños. Y además me entregaron una carpeta de “Animación a la lectura” con trabajos literarios ilustrados por alumnas y alumnos. Todo hecho por grupos en conversaciones previas. Las consignas eran: elegir un personaje que le guste a todos los integrantes del grupo; entre todos inventar un cuento en el que el personaje principal sea el personaje elegido; dibujarlo como si fuera una historieta muda; por turno, narrar oralmente lo que sucede en cada cuadro y, finalmente, narrar por escrito al menos una secuencia cada uno. Increíblemente bello y profundo en su claridad e inocencia.
Me gustaría que vinieran esos niños santafesinos hasta la Escuela de Bellas Artes De la Cárcova a mostrar sus trabajos y convencer de que el Arte sigue vivo y hay que defenderlo con el espíritu y con el cuerpo. Nos mostrarían lo que es el Arte y cómo en él se consuma el intento de vencer el egoísmo y las mezquindades. Se logra grandeza para que el dibujo, la poesía, la pintura, la literatura, la escultura, la imaginación, el navegar por los cielos terrestres y del paraíso venzan para siempre a las armas y a las monedas.
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