› Por Juan Gelman
Los “halcones-gallina” de Washington no esperaron la dura derrota del Partido Republicano en las elecciones del martes 7 –un verdadero plebiscito sobre la guerra en Medio Oriente– para desmarcarse de la Casa Blanca. Sobrevivieron a la Guerra Fría, consolidaron luego su influencia en círculos conservadores, promovieron la invasión y ocupación de Irak gracias a los tentados terroristas del 9/11, pero hoy critican acerbamente a W. Bush, al vicepresidente Dick Cheney y al jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld. No son pacifistas: preconizan el paso siguiente de su programa, la guerra contra Irán, y quieren que las cosas se hagan mejor.
Richard Perle, ex presidente de la Junta de Políticas de Defensa (JPD) y eminencia gris de este grupo de mentores, proclamaba meses antes de la invasión a Irak que Saddam “es hoy probablemente el individuo más peligroso del mundo... Capaz de todo, capaz de usar armas de destrucción masiva contra EE.UU... la cuestión de Saddam Hussein es exactamente el centro de la guerra contra el terrorismo” (www.pbs.org). Perle insistía entonces en que era imperativo derrocar al autócrata iraquí. Casi 2900 efectivos norteamericanos y decenas de miles de civiles iraquíes muertos después, cambió su cantilena: en la entrevista que concedió a David Rose para Vanity Fair (3-11-06) dice muy suelto de cuerpo que “si hubiera sido adivino y sabido cómo ahora nos va, y alguien hubiese preguntado si había que atacar a Irak, probablemente yo hubiera respondido que no, que mejor examináramos otras estrategias para abordar lo que más nos preocupa, el suministro de armas de destrucción masiva a los terroristas por parte de Saddam (sic)”. Tarde piaste, asegura el dicho popular.
El “halcón-gallina” de prosapia Kenneth Aldelman, que fuera miembro de la JPD hasta el 2005, publicó una columna que contiene esta frase memorable: “Creo que demoler el poder militar de Hussein y liberar a Irak será un paseo” (The Washington Post, 13-2-02). Ahora piensa que no: “Supuse que lo que yo consideraba el equipo más competente en materia de seguridad nacional era verdaderamente competente. Resultó que es uno de los equipos más incompetentes de la posguerra. No sólo cada uno de sus integrantes tiene defectos enormes, también en conjunto fueron absolutamente disfuncionales”. Alderman agrega que será imposible “vender” en adelante “la idea de usar nuestro poder en pro del bien moral en el mundo”. Como si las ventas de “la idea” hubieran sido excelentes.
La “revolución democrática mundial” que W. Bush –dijo– comenzó por Irak no tiene muchos compradores ni aun en Occidente. Así lo demuestra una encuesta conjunta de cuatro periódicos importantes de Gran Bretaña, Israel, Canadá y México (The Guardian, 3-11-06). El 89 por ciento de los mexicanos, el 73 por ciento de los canadienses y el 71 por ciento de los británicos consultados consideran que la invasión es injustificada. Apenas el 28 por ciento de los israelíes y el 11 por ciento de los británicos estiman que EE.UU. contribuyó con ella al progreso de la democracia en los países en desarrollo. Y luego: en cuanto a peligro para la paz mundial, el presidente Bush figura en segundo lugar después de Osama bin Laden en los cuatro países. En Gran Bretaña la diferencia es corta: el 87 por ciento piensa que el jefe de Al Qaida constituye un peligro grande o moderado para la paz mundial y el 75 por ciento opina lo mismo de W. Bush. Los británicos evalúan que el mandatario norteamericano es más peligroso que los presidentes de Corea del Norte (69 por ciento) y de Irán (62 por ciento) y que el líder máximo de Hezbolá (65 por ciento).
David Frum engruesa la lista de los neoconservadores que huyen de la Casa Blanca. Redactaba los discursos del mandatario estadounidense, por ejemplo el famoso en que éste formuló el concepto de “Eje del Mal”. Más de cuatro años después le parece que es posible una derrota norteamericana porque “la insurgencia ha demostrado que puede matar a cualquiera de los que colaboran (con la ocupación) y EE.UU. y sus amigos han fracasado en probar que pueden protegerlos”. Afirma que la situación se debe al “fracaso del centro”, incluido W. Bush. “Como redactor de discursos –dice hoy Frum–, siempre creí que si se podía convencer al presidente de que se comprometiera con ciertas palabras, él se sentiría comprometido con las ideas que esas palabras expresan. Y fue un gran choque para mí comprobar que, aunque el presidente decía las palabras, no absorbía las ideas.” Un modo bastante sutil de calificar a Bush de mentiroso.
La empresa Gannett Co. Inc. edita 91 periódicos y más de mil revistas, posee 21 estaciones de televisión y numerosas radios que cubren en total una audiencia de 20 millones de estadounidenses. Su subsidiaria especializada Military Times Media Group se dirige a efectivos del ejército, la marina, la fuerza aérea y el cuerpo de marines –familias incluidas– con sendas publicaciones diarias afines al partido de la guerra. Cuatro días antes de las elecciones, propinó a Rumsfeld un editorial de final categórico: “Debe irse”. Y Rumsfeld se fue. Los arquitectos del desastre iraquí culpan a todos, menos a quienes lo prepararon: ellos mismos. Dicen que nada tuvieron que ver con lo que siguió al derrocamiento de Saddam. Un cínico, decía Oscar Wilde, es alguien que conoce el precio de todo y el valor de nada.
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