› Por Eduardo Pavlovsky
Hace poco yo decía en este mismo periódico: “Me cabe una reflexión, ya que los juicios a los militares recién empiezan. No dudo que se deban realizar. Peor el Gobierno debiera prevenirse con diagnósticos políticos y sociales de lo que puede avecinarse en el futuro. Un buen diagnóstico situacional de lo que puede llegar a ocurrir. En ese sentido, la desaparición de López podría ser solo la punta del iceberg”.
En mi obra de teatro El señor Galíndez, escrita y estrenada por Jaime Kogan en el Teatro Payró en el ’72, el torturador Beto le daba instrucciones pedagógicas al otro joven torturador que lo acompañaba, mientras ambos se preparaban para una sesión de tortura: “Escuchame, pibe, por cada trabajo bien hecho, afuera hay mil paralizados de miedo. Nosotros actuamos por irradiación”. Con esto, Beto insinuaba que una buena sesión de tortura produce una subjetividad del miedo y del terror en un sector de la población afín a la ideología del torturado. Al quedar libre Gerez, pronunció frases que confirmarían que el daño sufrido durante su cautiverio produjo el efecto esperado. “Me mataron mil veces. Estuve en el infierno.” Además de la neurosis traumática, se hace evidente que Gerez fue aterrorizado con la finalidad de aterrorizar a otros futuros testigos en juicios futuros. Hay que agregar que todo este terror se amplía diariamente por los medios a un amplio sector de la población.
Por supuesto que siempre existen actitudes heroicas, como la de su amigo Orlando Ubiedo, quien declaró a Página/12: “Si me citan voy a testificar más allá del apriete, más allá de que el 4 de diciembre amenazaron a mis hijos, mis nietos y a mi nuera. Toda mi familia amenazada con mensajes de texto. Les dijeron que los iban a matar a todos”.
Las declaraciones de Ubiedo producen terror en los futuros testigos de los juicios futuros. El Presidente, maestro político en las coyunturas, no podrá salir por televisión ante la eventualidad de nuevas desapariciones o secuestros.
El rédito político de la aparición con vida de Gerez no debiera pensarse en términos de batalla ganada. ¿Quién maneja el tiempo? Gerez hablando hoy aterroriza casi más que López posiblemente, en el gran silencio de la muerte. Solá ha dicho ayer: “Podría haber una seguidilla de episodios similares hacia adelante”. Aquí no se trata de tirar huevos ni de personalizar culpables. Se trata de pensar heroicamente. Para preservar alguna nueva ola de posibles secuestros a los nuevos testigos de los trescientos juicios futuros. Si se estudian los discursos de los militares cuando despedían los restos de sus camaradas, víctimas de las organizaciones armadas durante los años ’74 y ’75, se podría asegurar que en estos discursos de despedida estaba inscripto el golpe de marzo del ’76. “No será en vano tu muerte, no será en vano tu sangre, porque ambas nos estimulan para la lucha del futuro contra el enemigo.” Creo que estos últimos acontecimientos revelan un aparato logístico muy bien organizado con tácticas y estrategias bien claras. Aquí no hay loquitos ni improvisados. Hay por el contrario gente pensante y grupos de tareas organizados. Como decía Foucault, no todos los grupos de tarea tienen la misma lógica, pero todos obedecen a un mismo fin: aterrorizar e intentar evitar futuros juicios, o disminuirlos a un número mucho menor. Tenemos que aprender a reflexionar sobre la “calidad” del enemigo. Creo en la profesionalidad de estos grupos. Hay que aprender a leer sus textos principales, así como se hacía imprescindible leer Mi lucha para entender al Hitler ideológico.
Vicente Massot y Nicolás Márquez en In memoriam escribieron en sus tres tomos editados por el Círculo Militar una minuciosa lista de las organizaciones armadas, con datos personales y circunstancias de cada atentado. Es un magnífico mapa ideológico para estudiar el pensamiento de la ultraderecha. Asocia además el discurso de la mano dura (lo nombra a Juan Carlos Blumberg varias veces) con el de la represión de la dictadura.
Hace cuatro años Hernán Invernisi nos relataba a Osvaldo Bayer y a mí el alto nivel de “sofisticación” que tenían las fuerzas armadas para reprimir la “cultura subversiva” en el año ’76. En este momento hay ya conocimiento de muchos testigos que no se presentarían en caso de ser llamados para futuros juicios. Muchos que no querían custodia, porque vivir en esas condiciones se hace muy difícil, la comienzan hoy a pedir. El otro sistema de protección consiste en el seguimiento de los testigos mediante una pulsera que se monitorea por vía satelital. La abogada Ana Oberlin, que investiga la desaparición del militante montonero Gastón Goncalvez, sugiere que los testigos de la causa que no querían custodia ahora la piden. Los declarantes en la investigación son seis.
La ultraderecha, maestra en producir la subjetividad del miedo y del terror, está ganando su pequeña batalla. Ha producido terror en los futuros testigos. Aun los más heroicos como el señor Shell, que va a declarar, confiesan el miedo y el terror y piden custodia. Investigar a fondo el desmantelamiento de toda la estructura represiva se hace imprescindible. De lo contrario los trescientos juicios venideros pueden convertirse en un infierno del terror ciudadano.
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