› Por Juan Gelman
Es el título del libro más reciente del escritor y periodista alemán Jürgen Elsässer (Xenia, 2006) y su conclusión es perturbadora: Bin Laden llegó a Europa de la mano de la CIA durante la guerra en lo que alguna vez fue Yugoslavia (1992/95). El autor es un reconocido periodista que durante años investigó la materia y recogió información y testimonios de fuentes diversas –incluidos espías preocupados por la situación– en particular de la ex Yugoslavia, los Países Bajos y Alemania. Concluye que los jihadistas reclutados por la CIA en Afganistán para luchar contra la ocupación soviética fueron la semilla de los atentados terroristas del 11/9 y de los que luego tuvieron lugar en Londres y Madrid. Otros libros han registrado la presencia de Bin Laden en los Balcanes durante la guerra, pero éste es el primero que establece tal vinculación. Semejante desarrollo se produjo por etapas.
La primera es notoria, la que siguió, menos conocida. Una vez que Moscú retiró sus tropas de Afganistán, los servicios estadounidenses y británicos ayudaron a Osama bin Laden a reagrupar a los mujaidines que habían echado a los soviéticos en lo que bautizaron “al Qaida” y a entrenarlos sobre el terreno en el marco de la guerra civil en Bosnia y en Kosovo. Elsässer señala que EE.UU. toleró –en realidad, fue más que eso– la relación con Bin Laden del entonces primer presidente de Bosnia-Herzegovina, el fundamentalista musulmán Alija Izetbegovic, y que en el 2004 comenzó a enviarle armas –muchas pasaron a manos de Osama– mediante una operación clandestina y conjunta con Irán. Otra delicia del pragmatismo en la política y la guerra.
En noviembre de 1995 se firmaron los acuerdo de Dayton (Ohio, EE.UU.) que pusieron fin a la guerra civil. Una de sus cláusulas estipulaba que todos los ex combatientes extranjeros debían abandonar el país. Mucha mano de obra terrorista engrosó las filas de los desocupados. Los que debían irse no tenían adónde. Los que se pudieron quedar gracias a que habían conseguido pasaportes bosnios, tampoco tenían trabajo ni dinero. No es raro que muchos aceptaran el ofrecimiento de ingresar en el ejército bosnio por tres mil dólares mensuales. Sólo que los reclutaban emisarios de la CIA para servir a los intereses de EE.UU. La red jihadista no fue desmantelada cuando terminó la guerra en la ex Yugoslavia. Antes, por el contrario. Sus miembros siguieron “el trabajo” en Chechenia.
Jürgen Elsässer investigó en particular la trayectoria de Aymán al Zawahiri, el segundo de Bin Laden, que fuera su jefe de operaciones en los Balcanes y luego en Irak: el llamado Doctor Muerte “viajó a comienzos de los ’90 por todo EE.UU. en compañía de un agente del comando especial estadounidense para recolectar fondos destinados a la Jihad. El sabía, desde luego, que EE.UU. apoyaba esa actividad”. El resultado es que la red de terroristas establecida durante la guerra en la ex Yugoslavia creó una reserva calificada de quienes estuvieron luego involucrados en los atentados de Nueva York, Madrid y Londres. El periodista alemán informa que, entre otros, integró esa red Mohammed Atta, el terrorista suicida que estrelló el vuelo 11 de American Airlines contra las Torres Gemelas. Precisa que la intervención de la OTAN en Bosnia-Herzegovina no tenía, claro, el objetivo de preparar los atentados del 11/9: éstos fueron consecuencia de la instalación, entrenamiento y actividad de jihadistas organizados por bin Laden en la región.
Elsässer analiza el porqué de la intervención militar en la ex Yugoslavia cuando era Yugoslavia, aparentemente incomprensible. El gobierno de Belgrado se negaba sistemáticamente a formar parte de la OTAN y su territorio tiene importancia estratégica para la ruta de energéticos procedentes de Asia Central. “Occidente tenía un interés común, destruir a Yugoslavia, desmembrarla, porque después del descalabro del bloque soviético habría sido un modelo de combinación inteligente de elementos capitalistas y socialistas. Pero Occidente quería imponer el modelo neoliberal a todos los países” del llamado socialismo real. Los terroristas que formó Bin Laden con la ayuda de la CIA jugaron un buen papel en esa empresa. Como ahora en Irak. Pareciera que la concepción de la libertad y la democracia de la Casa Blanca consiste en el fomento de guerras civiles en el extranjero.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había prohibido la venta de armas a cualquiera de los bandos enfrentados en Yugoslavia. EE.UU. violó ese embargo financiando a los jihadistas. El gobierno democristiano de Alemania proporcionó el fundamento ideológico de la intervención: se trataba de defender la autodeterminación étnica en Yugoslavia, la misma argucia que usó Hitler para anexar Checoslovaquia. “El terrorismo existe en Kosovo y Macedonia, pero Bin Laden no controla a la mayoría (de los terroristas), su control está en manos de los servicios secretos de EE.UU.”, se lee en el libro de Elsässer. En una entrevista que concedió a la periodista suiza Silvia Cattori, ésta le preguntó: “¿Duda usted de la existencia de Al Qaida?”. La respuesta: “Sí, es propaganda que fabrica Occidente”.
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