Lun 30.04.2007

CONTRATAPA

Problema de los tres interruptores

› Por Adrián Paenza

Hay una cantidad de problemas que se presentan en la vida cotidiana, que requieren de mucha imaginación para poder solucionarlos. No se trata del conocimiento necesariamente adquirido en un colegio o en una universidad, sino en la destreza intelectual, para poder pensar de una manera diferente.

Algunos lo presentan como “pensamiento lateral”. Quizás este problema habría que incluirlo dentro de esa categoría. De todas formas, es un excelente ejemplo de por qué suele ser muy útil poder “imaginar” escenarios distintos, “miradas” distintas.

De todos los problemas del estilo que conozco, éste es el que más me gustó.

Quiero aclarar de antemano que el problema no tiene “trampas”, no tiene “gato encerrado”. Es un problema que con los datos que uno tiene, debería estar en condiciones de ser resuelto.

Aquí va.

Se tiene una habitación vacía salvo porque hay colgada desde el techo una bombita de luz.

El interruptor que activa la luz se encuentra en la parte exterior de la pieza. Es más: no sólo hay un interruptor, sino que hay tres iguales, indistinguibles.

Uno sabe que sólo una de las “llaves” activa la luz (y que la luz funciona, naturalmente).

El problema consiste en lo siguiente: la puerta de la habitación está cerrada. Uno tiene el tiempo que quiera para “jugar” con los interruptores. Puede hacer cualquier combinación que quiera con ellos, pero puede entrar en la pieza sólo una vez. En el momento de salir, uno debe estar en condiciones de poder decir: “Esta es la llave que activa la luz”. Los tres interruptores son iguales y están los tres en la misma posición: la de “apagado”.

A los efectos de aclarar aún más: mientras la puerta está cerrada y uno está afuera, puede entretenerse con los interruptores tanto como quiera. Pero habrá un momento en que decidirá entrar en la pieza. No hay problemas. Uno lo hace. Pero cuando sale, tiene que poder contestar la pregunta de cuál de los tres interruptores es el que activa la lamparita.

Una vez más, el problema no tiene trampas. No es que se vea por debajo de la puerta, ni que haya una ventana que da al exterior y que le permita a uno ver qué es lo que pasa adentro, nada de eso. El problema se puede resolver sin golpes bajos.

Ahora, le toca a usted.

Lo que uno hace es lo siguiente. Mueve uno de los interruptores (cualquiera) hacia la posición de “encendido”. Y espera quince minutos (sólo para fijar las ideas, no es que haga falta tanto, pero quince minutos garantiza lo que uno necesita). No bien pasó este tiempo, uno vuelve el interruptor que tocó a la posición de “apagado” y “enciende” uno de los otros dos. Y en ese momento entra en la pieza.

Si la luz está encendida, uno sabe que el interruptor que está buscando es el que movió segundo.

Si la luz está apagada, pero la “bombita” está caliente, eso significa que el interruptor que activa la luz es el primero, el que uno dejó en la posición de “encendido” durante quince minutos (por eso queríamos el tiempo... para que la “bombita” aumentara su temperatura).

Por último, si la bombita está apagada y además, al tocarla, no nota que haya diferencias con la temperatura ambiente, eso significa que el interruptor que activa la luz es el tercero, el que uno nunca tocó.

Moraleja: como usted advierte, el problema no tiene ninguna trampa. Sólo que la solución requiere de poder pensar distinto. Aclaro de todas formas lo que creo: todos tenemos la posibilidad de pensar distinto. Sí, todos. Sólo que somos nosotros mismos los que nos boicoteamos y pensamos que somos menos. Peor aún: muchísimas veces lo trasladamos a nuestros hijos, sobre todo cuando los condicionamos a pensar como nosotros, sólo porque eso nos hace sentir más cómodos.

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