› Por Rodrigo Fresán
Esto es verdad: uno de los síntomas más claros y palpables de la Navidad es el de una fiebre económica. La gente sale a comprar no como si se celebrara el cumpleaños de un hipotético salvador de la humanidad sino como si se tratara del fin de todas las cosas y sálvese quien pueda y a gastar que se acaba el mundo.
Y el Reverendo Billy está en contra de todo eso.
El Reverendo Billy –musculoso, enorme, jopo imponente– es otro Scrooge aunque de polaridad diferente: mientras el arquetípico y paradigmático personaje de Charles Dickens siente asco ante toda mención a arbolitos, pavos y afines, el Reverendo Billy es, en cambio, alguien que no odia la Navidad, pero sí detesta todo aquello en lo que la Navidad se ha convertido y predica contra esa orgía de billetes arrojados al aire. Las Blancas Navidades convertidas en Navidades Verdes y el credo reemplazado por la tarjeta de crédito.
Así, el Reverendo Billy quiere que la gente deje de comprar sin ton ni son. Para el Reverendo Billy y sus acólitos el onceavo mandamiento es “No comprarás en vano”, y gastar en el nombre de Dios es un pecado mortal.
El Reverendo Billy es el fundador de The Church of Stop Shopping (La Iglesia del Parar de Comprar, con base en Nueva York) y suele organizar protestas evangélicas en plan gospel revival meeting en las puertas de tiendas de departamentos y megastores arengando contra la adicción al consumismo indiscriminado. Allí, junto a vidrieras fastuosas, el Reverendo Billy libra su propia Guerra contra el Terror de todos.
Y el Reverendo Billy también está en contra de la Guerra de Irak.
El verdadero nombre del Reverendo Billy es Bill Talen, actor de ascendencia holandesa y de educación calvinista, nacido en Minnesota. Talen fue fisicoculturista durante un tiempo y después, según propia admisión, “me convertí en algo así como un beatnik con treinta años de retraso”. Cuando se mudó de San Francisco a Nueva York, a finales de los años ’90, Talen volvió a transfigurarse en el Enemigo Público Nº 1 de Santa Claus: el furibundo y flamígero Reverendo Billy. Cruza de predicador callejero y evangelista televisivo con Lenny Bruce & Seinfeld y aquel extático religioso que cantaba “Puzzlin’ Evidence” en el film True Stories de David “Talking Heads” Byrne.
Pronto comenzaron a reportarse avistamientos del Reverendo Billy en acción. En las esquinas de Times Square o frente a la Disney Store o alguna sucursal de la cafetería Starbucks o Victoria’s Secret o Nike advirtiéndoles a los paseantes que se encontraban en la tierra del pecado y del consumidor consumista. Que no importaba que –por obra y gracia del para muchos aquel alcalde milagroso y purificador de ambientes Rudy Giuliani– atrás hubieran quedado los tiempos de las prostitutas y de los traficantes y de los cines porno y de los justicieros taxi-drivers.
Para el Reverendo Billy el barrio había cambiado de hábito pero no de hábitos, y continuaba siendo un foco de infección orgiástico y licencioso donde los adoradores del dólar iban a hacer sus cosas sucias e indignas. Porque para el Reverendo Billy adorar a Mickey Mouse era y es lo mismo que adorar a un becerro de oro.
Y el Reverendo Billy no demoró en convertir a gente que pasaba por allí –coreanos, suecos, nigerianos, venezolanos que no vacilaron al ferviente coro– y conducir a un rebaño que se había cansado de pastar y gastar como ovejas y que ahora se proponía enfrentarse al demonio en su propio territorio. Los procedimientos y estrategias consistían, en principio, en pasearse por las pasillos de las tiendas simulando tener conversaciones en sus teléfonos móviles donde se condenaban los productos allí ofrecidos y se abogaba por la defensa del pequeño e indefenso comerciante sucumbiendo en las garras de los gigantes corporativos.
Enseguida se pasó a acciones más radicales.
El 25 de diciembre de 2005, el Reverendo Billy y los suyos tomaron por asalto las calles de Disneylandia. El Reverendo Billy fue entonces arrestado y los suyos, obligados a abandonar el lugar.
El viaje en autobús a través de todo el país –transcurriendo entre el Día de Acción de Gracias y la Nochebuena– hasta llegar al sodomizante y gomorresco reino mágico del ratón es el tema del recientemente estrenado documental What Would Jesus Buy? (“¿Qué compraría Jesús?”) dirigido por Rob Van Alkemade y producido por Morgan Spurlock (responsable de Super Size Me, ese otro ataque contra otro de los iconos del Sueño Americano: la hamburguesa y la muerte lenta por fast food).
El otro día me pasaron una copia en DVD de What Would Jesus Buy? –“La película que Santa Claus no quiere que veas”, ríe el slogan sobre tipografía emulando la firma/marca registrada de San Walt– y ayer a la noche la vi mientras, a mi lado, una jauría de niños poseídos por Mattel & Fisher-Price & Sony & Apple le aullaban a un arbolito de Navidad a cuyos pies comenzaban a juntarse todos esos paquetes conteniendo todas esas cosas que el Reverendo Billy desprecia y que le inspiraron una canción titulada “Shopcalypse” cuyo estribillo dice así: “Los vecinos desaparecen dentro del shopping-center / Las aguas subirán / Pero yo debo comprarlo todo / Compracalipsis / Compracalipsis”.
Y What Would Jesus Buy? es muy divertida y, al mismo tiempo, inquietante como todo aquello que condena el American Way of Life desde las tripas mismas del American Way of Life. Es decir: esa necesidad de crear un buen producto para criticar a otros productos de éxito. ¿Es el Reverendo Bily un gran actor descendiente de Elmer Gantry & Co. o un iluminado convencido? ¿Son sus periódicas apariciones en la iglesia de St. Mark –dirigidas por su colaboradora y esposa Savitri Durkee– una astuta performance o una apasionada cruzada? ¿Es pertinente comprar el compact-disc con sus himnos o el libro que recopila sus sermones y que fue elogiado nada más y nada menos que por Kurt Vonnegut?, Jonathan Dee –quien escribió un perfil sobre el Reverendo Billy para la revista dominical de The New York Times– lo definió, con cierta ambigüedad, como “menos un personaje que un modo de expresión, algo que comenzó como una parodia y que cada vez se parece más a la cosa real”.
Una cosa está clara: sea lo que sea el Reverendo Billy, los comerciantes de Times Square y sus alrededores lo consideran una amenaza mientras que numerosos mensajes en su sacro site –www.revbilly.com/media/– ya advierten acerca de la posibilidad de que, cualquier día de éstos, el Reverendo Billy “sea asesinado por la CIA o enviado a prisión por antinorteamericano”.
En cualquier caso, ni el Reverendo Billy ni nadie parecen preocuparse demasiado por los esclavizados elfos en la fábrica de juguetes del Polo Norte.
Felices fiestas para ellos también.
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