› Por Immanuel Wallerstein *
El 1o de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se conoce comúnmente como los zapatistas, condujo una insurrección en San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas, México. Casi 14 años después, el EZLN llamó a un coloquio internacional entre el 13 y el 17 de diciembre de 2007 en la misma ciudad con el tema “Planeta Tierra: Movimientos Antisistémicos”, una suerte de evaluación general, tanto global como local, de sus objetivos. Yo mismo participé en el coloquio, como lo hicieron otros activistas e intelectuales. En el curso del coloquio, el subcomandante Marcos impartió una serie de seis charlas, disponibles en Internet.
En cierto sentido, lo que todo el mundo se preguntaba, incluido Marcos, era qué han logrado los zapatistas y cuáles son las perspectivas futuras de los movimientos antisistémicos, en Chiapas y en el mundo. La respuesta a esta cuestión no es simple. Comencemos el relato el 1º de enero de 1994. La fecha del comienzo de la insurrección se escogió por ser el día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el TLCAN. La consigna ese día fue “¡Ya basta!”. Los zapatistas dijeron desde el inicio que su protesta de cinco siglos contra la injusticia y la humillación y su exigencia de autonomía estaban vinculadas orgánicamente con la lucha mundial contra el neoliberalismo y el imperialismo, de los cuales el TLCAN es parte y símbolo.
Recordemos que Chiapas es tal vez la región más pobre de México y que su población está compuesta abrumadoramente por los llamados pueblos indígenas. El primer obispo católico de Chiapas fue Bartolomé de las Casas, sacerdote dominico que en el siglo XVI dedicó su vida a defender vigorosamente (ante la Iglesia y la monarquía española) los derechos de equidad de los indios. De los días de Las Casas a 1994, los indígenas nunca han visto reconocido ese derecho. El EZLN decidió intentar diferentes métodos. ¿Fueron entonces más exitosos? Debemos mirar el impacto de su movimiento en tres ámbitos: en México, como arena política; en el sistema-mundo, como un todo; en el ámbito de la teorización, en torno de los movimientos antisistémicos.
Primero, México: la insurrección armada como táctica fue suspendida después de 12 días. Nunca se ha vuelto a instaurar. Y es claro que no se reinstaurará a menos que el ejército mexicano o los paramilitares de derecha ataquen masivamente las comunidades autónomas zapatistas. Por otra parte, los acuerdos de tregua alcanzados con el gobierno mexicano –los llamados Acuerdos de San Andrés, que otorgaban el reconocimiento de la autonomía de las comunidades indígenas– nunca fueron implementados por el gobierno.
En 2001, los zapatistas condujeron una marcha pacífica cruzando México hacia la capital, esperando presionar al Congreso mexicano para que legislara lo esencial de dichos acuerdos. La marcha fue espectacular pero el Congreso mexicano no cumplió. En 2005, los zapatistas lanzaron “la otra campaña”, un esfuerzo por movilizar una alianza con grupos de otras provincias que tienen objetivos más o menos similares; de nuevo algo espectacular pero que no cambió la política real del gobierno mexicano.
En 2006, los zapatistas rehusaron mordazmente dar su respaldo al candidato de centroizquierda a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, que contendió en unas elecciones apretadas contra el proclamado ganador, el muy conservador Felipe Calderón. Esta acción ha ocasionado la mayor controversia con los simpatizantes zapatistas en México y el resto del mundo, pues muchos sienten que eso le costó la elección a López Obrador. La posición zapatista se derivó de su fuerte sentimiento de que la política electoral no logra nada. Los zapatistas han sido críticos de todos los presidentes de centroizquierda en América latina, de Lula en Brasil a Chávez en Venezuela, con el argumento de que son movimientos de arriba hacia abajo que no cambian nada fundamental en la base para la mayoría oprimida. El único gobierno latinoamericano del cual hablan bien los zapatistas es el de Cuba, porque es el único al que consideran verdaderamente anticapitalista.
Por otra parte, dentro de México, los zapatistas han logrado establecer comunidades indígenas autónomas de facto, que funcionan bien pese a estar sitiadas y bajo constante amenaza del ejército mexicano. La determinación y sofisticación política de estas comunidades son impresionantes. ¿Durará esto en ausencia de un cambio político serio en México, especialmente a la luz de crecientes presiones sobre los derechos de los indígenas respecto de sus propias tierras? Este punto sigue sin resolverse.
El panorama en el escenario mundial es algo diferente. No hay duda de que la insurrección zapatista de 1994 se volvió una inspiración importante para los movimientos antisistémicos del mundo. Es incuestionable que es un punto de quiebre clave en el proceso que condujo a las manifestaciones de Seattle en 1999, que ocasionaron el fracaso de la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), un fracaso del cual nunca se ha recuperado. Si hoy la OMC se halla semimoribunda como resultado de un impasse Norte-Sur, los zapatistas pueden reivindicar algún crédito.
A su vez, Seattle condujo a la creación del Foro Social Mundial (FSM) en 2001, que se ha convertido en el principal punto de encuentro de los movimientos antisistémicos del mundo. Y si los zapatistas mismos nunca han asistido a ningún FSM por ser, técnicamente, una fuerza armada, los zapatistas han permanecido como un movimiento icónico dentro del FSM, una suerte de fuerza inspiradora.
Desde el principio los zapatistas han dicho que sus objetivos y preocupaciones son mundiales –intergalácticos, en su jerga– y ofrecieron apoyo a los movimientos de todas partes, además de buscar respaldo de todos lados. En eso han tenido mucho éxito. Y si últimamente el respaldo mundial ha sufrido algo de fatiga, el coloquio de diciembre de 2007 fue con claridad un intento de resucitar estas alianzas.
Sin embargo, de muchas formas, la contribución más importante de los zapatistas –y la más cuestionada– ha sido en el ámbito teórico. Fue impactante que de las seis charlas que Marcos impartió en diciembre, la primera la dedicara a la importancia de teorizar en las ciencias sociales. ¿Qué dicen los zapatistas acerca de cómo analizar el mundo?
Primero que nada, enfatizan que la cosa básica que está mal con el mundo de hoy es que es un mundo capitalista, y que eso es lo básico que hay que cambiar e insisten en que eso requerirá una lucha real. Ahora bien, los zapatistas no son los primeros en alegar eso. ¿Así que qué es lo que añaden? Son parte de la visión post 1968 que insiste en que los análisis tradicionales de la Vieja Izquierda son muy obtusos, puesto que parecen haber enfatizado únicamente los problemas y luchas del proletariado urbano industrial. Marcos dedicó toda una charla a las luchas de las mujeres en pos de sus derechos. Dedicó otra a la importancia crucial de que los que trabajan el campo tengan el control de la tierra.
Y es de notar que situó varias charlas bajo el rubro “ni centro ni periferia”, rechazando la idea de que uno u otra tuvieran la prioridad, en términos de poder o de análisis intelectual. Los zapatistas están proclamando que la lucha por los derechos de todo grupo oprimido es igualmente importante, y que debe darse en todos los frentes al mismo tiempo. También afirman que los movimientos mismos deben ser internamente democráticos. La consigna es “mandar obedeciendo”, que puede traducirse diciendo que “uno debe conducir obedeciendo la voz y deseos de aquéllos a quienes uno conduce”. Esto es fácil de decir y difícil de hacer, pero es un grito contra el verticalismo histórico de los movimientos de izquierda. Esto los conduce a un “horizontalismo” en las relaciones entre los diferentes movimientos. Algunos de sus seguidores dicen que siempre se opondrán a tomar el poder del Estado. Aunque son muy escépticos de tomar el poder del Estado mediante el “mal menor”, están dispuestos a hacer excepciones, como en el caso de Cuba.
¿Fue un éxito la insurrección zapatista? La única respuesta es un relato apócrifo acerca de la respuesta que supuestamente dio Chou-En-Lai a la pregunta “¿Qué piensa usted de la Revolución Francesa?” Y la respuesta fue: “Es muy pronto para saber”.
* Investigador académico de la Universidad de Yale y autor de The Decline of American Power. The US in a caotic world. De La Jornada de México, especial para Página/12.
Traducción: Ramón Vera Herrera.
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