CULTURA
› ENTREVISTA A LA ESCRITORA ROSA REGAS
“Para las mujeres, el desear es peligroso”
La española explica que en “La canción de Dorotea”, novela ganadora del Premio Planeta 2001, cuenta las historias de dos mujeres que ante el deseo se paran de manera antitética.
› Por Verónica Abdala
Adelita, la nueva sirvienta de la casa de campo de Aurelia Fontana, es eficiente, lista y cumplidora. Pero enseguida se revela como una mujer mentirosa: todo lo distorsiona o lo magnifica, jura haber tenido empleos de los más diversos y haber protagonizado toda clase de historias, como si fuera posible que mil vidas cupieran en una. “Está loca”, concluye Aurelia a poco de haberla conocido. Pero su marido le recuerda que “todos hacemos un poco lo mismo”. El pecado de Adelita, en todo caso, reside en que expresa lo que desea, antes que lo que es, le dice él. Y Aurelia se deja convencer: “Después de todo, es una loca inofensiva”, piensa. Pero hay algo que la inquieta, de todas formas. Algo que no alcanza a vislumbrar claramente, pero que va tiñéndolo todo con el amargo sabor de la sospecha. La desaparición de una valiosa joya antigua y una serie de misteriosas llamadas telefónicas son los primeros atisbos de que algo definitivamente extraño ocurre en su casa.
Con un manejo narrativo que la confirma como una de las escritoras insoslayables de las letras contemporáneas, la catalana Rosa Regás conduce al lector a través de una historia sembrada de intrigas, falsas apariencias y contrastes que hasta ponen en jaque la verdadera naturaleza del amor. La obsesión de Aurelia por dar con aquello que le esconde Adelita la enfrentará a su vez con sus propias frustraciones y deseos inconfesables. A partir de ese momento, esa búsqueda que situaba fuera de ella se revelará como una cuenta pendiente tan larga como su historia y de consecuencias impredecibles. Así podría sintetizarse el eje argumental de La canción de Dorotea, novela por la que su autora obtuvo el premio Planeta el año pasado (dotado con 552 mil dólares) y que al poco tiempo se convirtió en best seller en su país: las sucesivas ediciones españolas suman, en total, 210 mil ejemplares publicados.
Regás, de 68 años, es editora, columnista y escritora. Nació en Barcelona, donde cursó sus estudios y se licenció en Filosofía. A principios de los años ‘70 fundó las editoriales La gaya ciencia, que dirigió hasta 1983, y Bauzán, así como las revistas Arquitectura Bis y Cuadernos de la Gaya Ciencia. Entre 1983 y 1994 fue editora y traductora para las Naciones Unidas en Ginebra, Nueva York, Nairobi, Washington y París, y entre 1994 y 1998 dirigió el Ateneo Americano de la Casa de América en Madrid. En 1991 publicó su primera novela, Memoria de Almator. A esa le siguieron Azul (1994, Premio Nadal) y Luna Lunera (1999, Premio Ciutat de Barcelona), además de una serie de volúmenes de cuentos y ensayos.
“Hace más de diez años me contaron la historia de una muchacha que mentía mucho, y me causó tanta gracia que me juré escribir un libro partiendo de ese dato”, relata la escritora, de paso por Buenos Aires, donde vino a presentar la novela. “Lo que me sorprendió fue, en realidad, caer en la cuenta de que cuando una persona quiere ser otra y no tiene dinero ni posibilidades materiales de ninguna clase para cambiar de vida lo que hace es valerse de lo único que tiene a mano: la palabra.”
–¿Cómo definiría usted a Adelita, este personaje tan particular a partir del que se desata el conflicto central?
–Adelita sabe que sólo a base de mentiras puede acercarse un poco más a eso que le gustaría ser, objetivo que no alcanzaría de otro modo. Y después se le pierden de vista los límites. Porque una vez que uno se muestra distinto de lo que en realidad es, después no se conforma con su realidad, la acepta incluso menos que antes. Y por eso se vuelve peligrosa: llegado un punto, entre otras cosas no distingue lo que es realidad de lo que es ficción.
–Mario Vargas Llosa sostiene que la tendencia a imaginar variantes de la propia vida es algo que comparten los seres humanos y que la literatura viene a saldar de algún modo esa distancia entre la realidad y la imaginación...
–Puede ser, no lo había pensado de ese modo. Pero es posible que así sea. Siempre digo que la literatura es el intento de traducir en palabras todas esas historias y esas voces que llevamos en la mente. De todos modos, este oficio, aun para nosotros los escritores, sigue siendo un misterio.
–Los dos personajes protagónicos de su novela, Adelita y su patrona, Aurelia Fontana, se plantan de manera muy distinta frente a la vida. Adelita es mentirosa pero apasionada, a Aurelia en cambio la define su sentido común, pero también el temor a cualquier cosa o sentimiento que pueda escapársele de las manos...
–Sí, así como Adelita es apasionada y desbocada, Aurelia no puede entender que esa otra mujer pueda entregarse de ese modo, incluso si peligra su vida. Ese contraste irá fraguando la cautela de Aurelia, irá arrastrándola hacia confines para ella desconocidos. Aurelia es una de esas mujeres que no reconoce el deseo, que nunca sabe qué quiere ni qué le ocurre y que compensa ese malestar tomando vitaminas. Sólo reconocerá la pasión cuando la tenga delante de sus narices, y no haya salida posible. Yo diría que ésta es fundamentalmente una novela que intenta responder esa pregunta: de qué forma las mujeres se plantan frente a sus deseos. Y que se pregunta además sobre la naturaleza de éstos, o la relación que establecemos con éstos, muy distinta a la forma en que lo hacen los hombres.
–¿Cómo es eso?
–Las mujeres llevamos siglos interiorizando eso de que el deseo debe estar supeditado al amor y a la sumisión. Si se salen de nuestro control, además, tendemos a pasarlo por alto. La realidad de los hombres siempre ha sido muy distinta: la cultura valora en ellos que asuman su deseo como una fuerza irrefrenable a la que no pueden ni deben resistirse. Entre estas dos mujeres del libro, acaso un contrapunto que todas las mujeres llevamos dentro, se abre ese abismo: una se lanza a concretar lo que desea sin medir riesgos, la otra asiste azorada a ese planteo de vida.
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