CULTURA › EL ESCRITOR, EL CINE Y LAS ADAPTACIONES DE SU OBRA
García Márquez fue un cinéfilo de toda la vida, guionista original bajo seudónimo y crítico. Pero el destino de sus personajes en la pantalla fue por lo menos desparejo.
› Por Emanuel Respighi
Ni su poética narrativa ni sus alegorías soñadas impidieron que buena parte de las obras de Gabo fueran trasladadas al cine e, incluso, a la televisión. La experiencia alrededor del traspaso de su literatura al mundo audiovisual no fue, hay que decirlo, satisfactoria. Mucho menos enriquecedora. En el caso de las obras de Gabriel García Márquez se hace carne aquella idea instalada en el mundo audiovisual acerca de que las grandes obras literarias son muy complejas de traspasar, que siempre es preferible ponerle sonido e imagen a relatos de calidad y popularidad menores. En la comparación, casi siempre sale ganando el plus imaginario que la obra literaria estimula en los lectores. Ni Crónica de una muerte anunciada (1987) ni El amor en los tiempos del cólera (2006) ni Del amor y otros demonios (2009) ni Memoria de mis putas tristes (2012) están, ni por asomo, a la altura de sus textos. Tampoco lo está El coronel no tiene quien le escriba (1999), aun cuando en la evaluación general el film de Arturo Ripstein quedó marcada en la retina de muchos con una impresión más benévola.
La primera obra de García Márquez que se llevó al cine fue Crónica de una muerte anunciada, dirigida en 1987 por Francesco Rossi y con las actuaciones de Rupert Everett, Ornella Muti, Irene Papas y Lucía Bosé. En 1999 se estrenó la adaptación cinematográfica de El coronel no tiene quien le escriba, en la que Ripstein dirigió a un elenco que contó con el protagónico de Marisa Paredes, Salma Hayek y Rafael Inclán. Siete años más tarde, otra de sus novelas, El amor en tiempos del cólera, fue llevada al cine. Pese a que se había negado en reiteradas oportunidades, finalmente Gabo cedió y le otorgó los derechos al británico Mike Newell. Rodada en Cartagena de Indias, El amor... fue protagonizada por Javier Bardem, Giovanna Mezzogiorno y John Leguizamon. La bella fotografía no pudo, sin embargo, “salvar” a la adaptación de la crítica. Nunca le fue fácil al cine contar la enorme cantidad de coloridos personajes que forman parte de la mayoría de las novelas del Premio Nobel.
En 2010, en el marco del Festival de Cine de Cartagena de Indias, se estrenó Del amor y otros demonios, una coproducción colombiana-costarricense dirigida por Hilda Hildalgo. Hace un par de años, y tras una serie de postergaciones, finalmente una versión mexicana y filmada en la clandestinidad de Memoria de mis putas tristes fue adaptada al cine, aunque ni siquiera contó con un estreno comercial. La pantalla chica también se le animó a la literatura de Gabo, con la producción en 1977 de parte de R.T.I. Televisión de Colombia de una serie televisiva basada en La mala hora.
La relación de García Márquez con el cine trasciende el interés de otros por llevar a la pantalla grande su obra literaria. Desde temprana edad el colombiano tuvo inquietud por el cine, al punto que a los 30 años ya había rodado La langosta azul (1954), un cortometraje surrealista en el que participó junto a una serie de artistas. Interesado en el séptimo arte, el joven García Márquez estudió cine en el Centro Spermientale Di Cinematografia de Roma, donde compartió clases con Fernando Birri y el cubano Julio García Espinosa, que posteriormente sentaran las bases de la llamada Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. De aquellos años el colombiano siempre rescató las horas de trabajo e intercambio con el guionista Césare Zavattini, uno de los máximos representantes del neorrealismo italiano, autor de memorables films del movimiento como Ladrón de bicicleta o Milagro en Milán.
Su interés por la pantalla grande llevó a Gabo a desarrollar una intensa carrera como guionista cinematográfico, durante las décadas del ’60 y el ’70. Como otros intelectuales de la época, fue vox populi que el ya consagrado autor de Cien años de soledad escribió varias películas mexicanas amparándose en distintos seudónimos. Recién fue en El gallo de oro (1964), el film dirigido por Roberto Gavaldón, donde García Márquez tomó fuerzas para poner nombre real, como adaptador junto al mexicano Carlos Fuentes del cuento homónimo de Juan Rulfo. Dos años más tarde, el mexicano Arturo Ripstein llevó a la pantalla grande Tiempo de morir (1966), un western cuyo guión fue escrito íntegramente por el colombiano. Entre novela y novela, Gabo participó directamente en los guiones de En este pueblo no hay ladrones (1965); Juego peligroso (1966), de Luis Alcoriza y Arturo Ripstein; Patsy, mi amor (1968), de Manuel Michel; Presagio (1974), de Luis Alcoriza; La viuda de Montiel (1979), de Miguel Littín; María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo, y Eréndira (1983), de Ruy Guerra, entre otras películas.
Si bien paulatinamente se alejó de la escritura de guiones, para dedicarse de lleno a la literatura y las crónicas, García Márquez siguió ligado al cine, aunque más no sea desde el rol de aficionado y de gestor. Su amor por las películas y por Cuba, donde entabló una estrecha relación con Fidel Castro que continuó hasta su muerte, lo llevó a que en 1986 fundara –junto a Birri y García Espinosa– la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba. Al apoyo financiero y técnico a jóvenes provenientes de América latina, el Caribe, Asia y Africa, Gabo le sumó el dictado en primera persona y durante años del taller Cómo se cuenta un cuento, desde donde brindó herramientas metodológicas para el armado de un guión cinematográfico.
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