CULTURA › BOB DYLAN HABLA SOBRE LAS MúSICAS DE INFANCIA QUE LE CAMBIARON LA VIDA
En febrero de 2015, Bob Dylan dio una de sus raras entrevistas. Sobre todo porque, además de hablar del flamante Shadows in the night –donde homenajeaba a Sinatra–, se internó en aspectos no tan usuales que revelan claves fundamentales sobre sus años formativos.
› Por Robert Love *
–¿Qué clase de música escuchaba mientras crecía?
–Al principio, antes del rock’n’roll, yo escuchaba la música de las big bands, lo que saliera de la radio, música que tocaban bandas en hoteles y con las que tus padres bailaban. Teníamos una gran radio que se veía como una fonola, con un tocadiscos encima. Todos los muebles de casa habían sido dejados allí por los inquilinos anteriores, incluyendo un piano. El tocadiscos era para discos de 78 rpm; cuando nos mudamos a esa casa había un disco allí, con una etiqueta roja, quizá de Columbia. Era de Bill Monroe o de los Stanley Brothers, cantando “Drifting Too Far From Shore”. Nunca había escuchado algo así. Nunca. Y me sacó de toda la música convencional que solía escuchar. Para entenderlo tiene que entender de dónde vengo yo. Vengo bien del norte, donde escuchábamos shows de radio todo el tiempo. Creo que fui la última generación, o muy cerca de ser la última, que creció sin televisión. Con lo que escuchábamos mucho la radio: la mayoría de los shows eran dramas, era como nuestra TV. Todo lo que escuchabas lo podías imaginar. Incluso a los cantantes que escuchaba: como no podía verlos, me imaginaba cómo eran. Cómo se vestían. Cómo eran sus movimientos. ¿Gene Vincent? La primera vez que me lo imaginé era una tipo alto, rubio.
–¿Qué escuchaba además de los dramas de radio?
–En el norte podías encontrar en el dial estas emisoras sin nombre que pasaban cosas del pre-rock’n’roll, como el country blues. Podíamos escuchar a Slim Harpo o a Lightnin’ Slim y los grupos gospel, los Dixie Hummingbirds, los Five Blind Boys of Alabama. Ni siquiera sabía dónde quedaba Alabama... y después, de pronto, a diferentes horas, el blues: podías escuchar a Jimmy Reed, Wynonie Harris y Little Walter. Estaba estar emisora de Chicago que pasaba cosas hillbilly, Riley Puckett, Uncle Dave Macon, lso Delmore Borthers. Cada sábado a la noche escuchábamos artistas del Grand Ole Opry de Nashville. Escuché muy temprano a Hank Williams, cuando aún vivía: muchas de esas estrellas del Opry, excepto Hank, pasaron a tocar por el pueblo en el que vivía. Webb Pierce, Hank Snow, Carl Smith, Porter Wagoner: vi a todas esas estrellas del country. Una noche estaba en la cama escuchando la radio, creo que una estación de Shreveport, Louisiana (tampoco estaba muy seguro de dónde quedaba Louisiana): escuché “Uncloudy day” de The Staple Singers y fue la cosa más misteriosa que hubiera escuchado jamás. Era como una niebla desplegándose. La escuché a la noche siguiente y la impresión fue aún más profunda. ¿Qué era eso? ¿Cómo se hacía? Me atravesaba como si mi cuerpo fuera invisible. ¿Qué es eso, una guitarra trémolo? ¿Y qué es una guitarra trémolo? No tenía ni idea, nunca había visto una. Y esa voz sacaba cosas de mi alma que ni siquiera sabía que estaban allí. Creo que ni pude dormir: supe que esas Staple Singers eran diferentes a cualquier otro grupo gospel pero, ¿quiénes eran? Incluso pensaba sobre ello en mi pupitre escolar... esto fue antes de que la música folk entrara en mi vida: era todavía un aspirante al rock’n’roll de Buddy Holly, Little Richard, Chuck Berry, Carl Perkins, Gene Vincent, Jerry Lee Lewis. Tocaban una música que era negra y era blanca, extremadamente incendiaria. Tus ropas podían encenderse: una mixtura de la cultura hillbilly y la cultura negra. Cuando escuché por primera vez a Chuck Berry ni consideré que fuera negro, y después descubrí que era un gran poeta. Terminé dándome cuenta de lo difícil que es escribir esa clase de letras. Chuck Berry podría haber sido cualquier cosa en el negocio musical. Se detuvo donde estaba, pero podría haber sido un cantante de jazz, de baladas, un virtuoso de la guitarra. Pero también hay un aspecto espiritual en él: en 50 o 100 años incluso puede ser visto como un icono religioso. Solo hay uno como él.
–Cuando usted era joven era toda una aventura salir a conseguir los discos de Woody Guthrie, un poco como Keith Richards y Mick Jagger buscando discos de blues en Londres. Ahora internet lo tiene todo: ¿mejoró eso a la música, o la empeoró? ¿Le dio más o menos valor?
–Bueno, si uno es miembro del público general y tiene toda esa música a su disposición, ¿qué escuchás? ¿Cuántas de esas cosas vas a llegar a escuchar, incluso al mismo tiempo? Tu cabeza se va a enredar, todo se convierte en una gran niebla. En los viejos tiempos, si querías escuchar a Memphis Minnie tenías que buscar un disco de recopilación que tuviera una canción de ella, y en ese disco podías descubrir accidentalmente a Son Jouse, Skip James y la Memphis Jug Band. Y después te ponías a buscar a Memphis Minnie en otros lados, tratar de descubrir quién era. ¿Aún vive, aún actúa? ¿Puede enseñarme algo? ¿Puedo conocerla? ¿Puedo hacer algo por ella, necesita ella algo? Hoy, si querés escuchar a Memphis Minnie podés encontrar cien canciones. Y sí, decís “¡hombre, esto es maravilloso!”. Pero es tan fácil que vas a apreciarlo mucho menos.
–Varias de sus canciones recientes tienen que ver con envejecer. Usted dijo una vez que la gente no se retira, se va desvaneciendo, se queda sin presión. Ahora ya pasó los 70 y es bisabuelo.
–Bueno, uno envejece. La pasión es un juego de los jóvenes, ¿OK? La gente joven puede ser apasionada. La gente más vieja tiene que ser más sabia. Quiero decir, estás un tiempo por acá, tenés que dejarle ciertas cosas a los jóvenes y no tratás de actuar como si fueras joven. Realmente podés lastimarte.
–Parece obvio que disfruta de conectar con la gente que va a verlo.
–No es muy diferente al deportista que está en la ruta mucho tiempo. Roger Federer trabaja la mayor parte del año. Como 250 días al año, cada año, todos los años. Con lo que es relativo. Quiero decir, sí, tenés que ir donde está la gente. No podés traerlos a donde estás vos, a menos que tengas un contrato para tocar en Las Vegas. Un montón de gente dice que no hay felicidad en esta vida, y ciertamente no hay felicidad permanente. Pero la autosuficiencia crea felicidad. La felicidad es un estado de bendición. Pero no es algo que me cruce por la mente: solo porque estás satisfecho un momento –sí, esta es una buena comida, estoy feliz–, no quiere decir que eso vaya a seguir siendo cierto en la próxima hora. La vida tiene sus alzas y bajas, y el tiempo tiene que ser tu compañero. De verdad, el tiempo es tu compañero del alma. Los chicos son felices: no han experimentado alzas y bajas en la vida. Incluso no estoy del todo seguro de qué significa la felicidad. No sé si personalmente puedo definirla.
–¿Alguna vez la retuvo?
–Todos lo hacemos en ciertos momentos. Pero es como el agua: se escurre entre tus manos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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