Mié 14.04.2004

CULTURA

Siguiendo las huellas de la poética del noroeste

El poeta Santiago Sylvester presenta hoy en la Biblioteca Nacional la primera antología de poesía del NOA, que incluye versos de Homero Manzi, Manuel Castilla, Jorge Calvetti y Ricardo Rojas.

Por Angel Berlanga

“Tiempo que vas pasando como un río / junto al árbol tenaz de la ribera”, escribió Ricardo Rojas al comienzo de Oración, una de las primeras piezas entre las incluidas en Poesía del noroeste argentino. Siglo XX, el marco geográfico y temporal en el que se movió Santiago Sylvester para realizar esta antología que contiene un puñado de poemas de cada uno de los ochenta y cuatro autores –seleccionados por el compilador entre unos quinientos— nacidos en la región (la enorme mayoría de ellos) entre 1882 y 1966. El libro reúne trabajos de viejos conocidos –Jorge Calvetti, Juan Carlos y Jaime Dávalos y Homero Manzi, por citar algunos–, de otros casi olvidados que el propio Sylvester fue “descubriendo” y también de jóvenes que van dándole forma a sus obras, como Carlos Jesús Maita, que al final asegura que aunque ya no quiera existir, y se muera y se pudra y la pisen, lo mismo habrá poesía.
Sylvester es abogado, nació en Salta y escribió trece libros de poemas. Se exilió durante la última dictadura en Madrid y vivió allí dos décadas. Ahora es asesor de la Biblioteca Nacional, donde llegó de la mano de su amigo y actual director, Horacio Salas, junto a quien hoy presentará, a las 19 y en el auditorio Borges, esta antología editada por el Fondo Nacional de las Artes, actualmente descalabrado y acéfalo, tras el desplazamiento de la empresaria y mecenas Amalia Lacroze de Fortabat y las renuncias de once de los doce directores (entre ellos, Salas). Cuenta Sylvester que para configurar este libro, considerado por él como la primera antología regional hecha en el país, trabajó durante dos años y recorrió Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. “Hay una clara dificultad para conseguir muchos de los libros de estos autores, tuve que viajar bastante”, explica Sylvester en su oficina. “En la Academia Argentina de Letras, por ejemplo, de un poeta como Ponferrada hay apenas uno o dos libros, pero para hacer una antología es necesaria su obra completa. He tenido que recurrir a las bibliotecas provinciales, y sobre todo a las particulares de algunos amigos. En el interior hay otro problema: se publica un libro en Catamarca y no sale de la provincia, son ediciones de doscientos ejemplares, trescientos con suerte. Es muy dificultoso trabajar con esa cosa medio brumosa que es la literatura en el interior. Hay un problema más, conocido por cualquiera que haga una antología: hay tanta gente que uno no pone que es inevitable llenarse de enemigos.”
–Usted sostiene que el siglo XX recién desembarca a pleno en el Noroeste en 1944, con el grupo de La Carpa (entre quienes estaban Manuel J. Castilla y Víctor Massuh).
–Me refiero a la modernidad literaria, a lo que se entiende por siglo XX hoy: la iniciación de la ruptura del modelo clásico, de los versos bien medidos, cuando la poesía empieza a introducir disonancias, nuevas búsquedas formales. En el Río de la Plata eso es muy claro, con la generación de Borges, Girondo, González Tuñón, en los años ‘20; está el precedente de Güiraldes con El cencerro de cristal. Como en el norte había una tradición más consolidada, menos abierta a lo que pasaba en el mundo, tarda un poco en llegar. Yo hago un rastreo de cuándo se empieza a escribir verso libre en el norte; hubo dos poetas muy precoces, el catamarqueño Luis Franco y el santiagueño Bernardo Canal Feijóo. Pero la avalancha del versolibrismo comienza en los ‘40 con La Carpa, que fue el primer grupo que abarcó toda la región, que salió a celebrarla, y que arrancó con un manifiesto y un programa.
–Ahora en Buenos Aires hay un movimiento notable de poetas y variados lugares de difusión. ¿Ocurre eso en el noroeste?
–No, allá eso es muy menor. Hay, sí, gente muy interesante que ronda los 30 años. Creo que ahora hay una generación que golpea la barrera que separaba claramente la literatura rioplatense de la del norte; cuando uno lee a Castilla dice “del norte”, y cuando lee a Enrique Molina dice “rioplatense”. Ahora es más difícil detectar las diferencias, salvo por alguna palabra regional que se cuela, más bien involuntariamente. Habrá que esperar un poco a ver cómo decanta esto de la globalización. No creo que hoy haya mucha diferencia entre un muchacho que escribe allá con uno que lo hace acá.
–El famoso tironeo entre globalización e identidad regional.
–En la antología, que está ordenada por fecha de nacimiento de los autores, eso se va notando: hay un momento en que se va viendo cómo poco a poco la temática local, la reflexión sobre todo... No, en realidad lo local aparece, sólo que ha cambiado. Salta se expandió y modernizó cien veces desde que yo tenía diez años. En las provincias chicas las temáticas ahora también son urbanas: la presencia rural es más remota. La gente habla de lo que le pasa. Hace 50 años todo el mundo tenía que entender de pesca, de andar a caballo. Y ahora hasta es posible que tengan que ir al psicólogo.

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