CULTURA
Una serie de libros al rescate del teatro local
Primero tres títulos, de Gorostiza, Rovner y Cossa. La colección, dirigida por Osvaldo Pelletieri, busca convertirse en una suerte de pequeña enciclopedia que también recuperará obras olvidadas.
› Por Pedro Lipcovich
“Muchos programadores de teatros oficiales se quejan de que no tienen repertorio: si conocieran el teatro argentino, no dirían eso.” Esta formulación de Osvaldo Pelletieri –titular del Grupo de Estudios de Teatro Argentino de la UBA– marca el debate en el que se anota la nueva colección de textos teatrales dirigida por él e iniciada con Los prójimos, Y el mundo vendrá y La Nona. El proyecto es recuperar las obras de todos los autores significativos, desde los orígenes del teatro argentino, mediante ediciones no subsidiadas y que puedan sustentarse en el mercado.
Los libros de teatro tienen un consumo sostenido, sobre todo en el interior, donde directores y actores los compran con avidez. Pero en este caso, además, existe la perspectiva de recuperar textos casi olvidados, que alguna vez fueron inmensamente populares y que, a pesar de haber desaparecido del repertorio, tienen grandes valores. El crítico George Steiner, a propósito de Kafka, señaló el valor profético de la literatura. El decía que merece perdurar el texto que da testimonio, no de su tiempo, sino de tiempos que vendrán. Es el caso de Los prójimos, de Carlos Gorostiza, que se estrenó en 1966. Podría ser anecdótico mencionar que allí aparece por primera vez la expresión “algo habrá hecho” referida a la víctima (página 102). Más importante es que, en rigor, la obra se hizo realidad diez años después de su estreno. En 1976 ningún vecino llamaría a la policía para que erradicara los ruidos de la tortura, porque la policía ya estaba ahí.
“La edición permite que las obras recorran el país y así los conjuntos teatrales obtienen material para trabajar; también hace posible que las obras lleguen al extranjero y que se incluyan en la currícula de los colegios. A mí vienen a visitarme grupos de chicos con sus profes”, comenta Gorostiza. La Nona, de Roberto Cossa, se estrenó en 1977, en lo más duro de la última dictadura militar: “Hubo un intento de prohibirla, que no prosperó, pero tiraron una bomba molotov en la puerta del teatro, que era el Lasalle”, recuerda el autor. ¿Qué podía inquietar de esa nona, esa boca enorme a la que nadie era capaz de decirle basta? “Las interpretaciones eran de lo más pintorescas –sonríe Cossa–; para unos, en voz alta, era la inflación; para otros, en voz baja, era la dictadura.”
Eduardo Rovner estrenó Y el mundo vendrá en 1989. “En cuanto se me aparecieron las imágenes y la idea, supe que era un grotesco. Entonces fui a la historia, me puse a estudiar cómo manejaba las estructuras Armando Discépolo”. Según Rovner, “nuestra tradición es autoral; en España y otros países dicen que si uno quiere aprender a escribir teatro, lo mejor es ir a la Argentina”. Pelletieri cuenta, a crítica de la nueva colección de libros: “Empezamos por dramaturgos actuales pero el plan es publicar, a precios económicos, obras importantes de autores de todos los tiempos, cada una con un prólogo, configurando una pequeña enciclopedia del teatro que se complementaría con una historia de las puestas en escena. Hay autores fuertes que desaparecieron de las librerías, como Samuel Eichelbaum o el propio Florencio Sánchez. Hay saineteros poco recordados como Alberto Novión. A nuestro teatro siempre vino a salvarlo el aporte de lo popular; a diferencia de la literatura, las soluciones durables las aportó el teatro popular. Las obras de Armando Discépolo, en la década del ’30, no eran preferencia de los cultos, sino entretenimiento de gente del pueblo”.