CULTURA
› ARTO LINDSAY, EN SU SEGUNDA VISITA A BUENOS AIRES, PRESENTA SALT
Un extremista con instinto pop
Nacido en EE.UU. y criado en Brasil, se define como un músico “interesado en cosas nuevas”. Hizo de todo: integró la llamada “no wave”, produjo a Caetano y compuso temas para carnaval.
› Por Roque Casciero
Arto Lindsay parece cómodo moviéndose en los extremos de la música. Este músico nacido en Estados Unidos y criado en Brasil comenzó su carrera en el grupo DNA, en los que tocaba la guitarra como un instrumento percusivo y creaba pequeñas estructuras de noise extremista. Pero cualquiera que haya escuchado sus discos solistas sabe que también es el autor de melodías pop sobre las que canta con una voz dulce que recuerda a Caetano Veloso. Más trayectoria oscilante: Lindsay fue productor de Veloso, Marisa Monte y Tom Zé; tocó con experimentadores como John Zorn y John Lurie; hace instalaciones y les pone música; creó las canciones de su último disco para tocarlas en una carroza durante el último carnaval en San Salvador de Bahía; y hasta tuvo un papelito en Buscando desesperadamente a Susan, la película protagonizada por Madonna. El músico regresa a Buenos Aires –donde sólo tocó en un ciclo de música experimental– para presentar esta noche su álbum Salt, en La Trastienda. “Soy una persona interesada en las cosas nuevas”, se define Lindsay en entrevista telefónica con Página/12. “Y lo nuevo no siempre es el resultado de la experimentación, por eso no me muevo sólo en ese campo. La música pop puede ser tan innovadora como la experimental.”
–Sus primeros pasos fueron a fines de los ’70 en una escena radical neoyorquina llamada no wave. ¿Podría describir esos días?
–Era un momento muy diferente en Nueva York y en el mundo, no había la saturación mediática que tenemos hoy. Por eso nos resultó posible desarrollar una escena pequeña y novedosa antes de que alguien le prestara demasiada atención. Al mismo tiempo, como Nueva York ya era el objeto de mucho interés en todas partes, provocamos un impacto en todo el mundo. También tuvimos la suerte de poder sacar ese disco producido por Brian Eno (No New York, con cuatro bandas de la escena) y eso nos dio mucha visibilidad.
–En DNA usted tocaba la guitarra de un modo especial. ¿Eso cambió con los años?
–No cambió a propósito, pero he estado tocando durante tanto tiempo que cambió por sí mismo. No he cambiado mi intención. Mi idea era desarrollar un estilo más basado en la percusión que en los acordes. Era una especie de guitarra free jazz. Yo no sabía que había otros guitarristas de free jazz, aunque suponía que por lógica debían existir.
–Cada vez que se escribe sobre la no wave se dice que se proponían acabar con el rock usando las armas del rock.
–Eso es pura mierda. No sé de dónde salió esa idea. Sólo queríamos hacer una música de rock diferente y excitante, no destruir el rock. Por supuesto, éramos muy jóvenes y arrogantes, así que creíamos que éramos mejores que el resto, pero en cierta manera eso es parte del rock’n’roll.
–Ya en DNA usted cantaba en portugués y algunos ritmos eran brasileños.
–Es cierto. Cuando era adolescente, en Brasil escuchaba a los tropicalistas, a Jorge Ben, Os Mutantes... Había mucha música pop experimental y eso influyó mucho en mí. La música pop de los ’60 era bastante salvaje. Los tropicalistas escribían canciones pop, pero tenían una información diferente de la de Roberto Carlos. De todos modos, eso no sucedía sólo con la música brasileña: los Beatles, Miles Davis. Es extraño cómo esa música definió la música de los siguientes cuarenta años.
–¿Qué le produjo ser requerido como productor por artistas como Caetano Veloso y Marisa Monte?
–Fue muy excitante. Y también un gran desafío, porque nunca esperé convertirme en productor: simplemente sucedió. Cuando hice el primer disco de Ambitious Lovers me lo llevé a Brasil para tratar de publicarlo. Le di una copia a Caetano, charlamos, nos hicimos amigos. Todo pasó naturalmente. Y fue el primero en pedirme que (con Peter Scherer) coprodujera Estrangeiro.
–Sus discos solistas son más pop que los que hacía antes. ¿Cuándo empezó a interesarse en crear más melodías que noise?
–Una razón es que siempre amé la música con melodía. Otra es que, como no tengo estudios musicales, aprender a componer canciones con melodía significaba un desafío. Y quería encontrar un balance entre diferentes clases de formatos.
–¿El carnaval fue la inspiración para Salt?
–Sí, porque este año participamos de un desfile de carnaval en Salvador. Toqué con mi banda y con percusionistas de Bahía, y creé un soundsystem especial, diferente al de los otros camiones del carnaval. Muchas canciones fueron escritas “para la avenida”, para ser tocadas en la calle durante la celebración del carnaval, así que necesitábamos que fueran un puente entre lo que la gente entiende rápido y alguna otra música. Y de eso se trata el disco.