CULTURA
› CHACO, NOTABLE MUESTRA DE GUADALUPE MILES
Los wichí, con otros ojos
La fotógrafa expone sus obras en la Fotogalería del San Martín. Imágenes sorprendentes de la comunidad wichí.
› Por Karina Micheletto
Una chica posa de cara al sol. Está tendida en la orilla de un río con formas grises y ondulantes. Se sabe joven, llena de vida, bella. En otra toma la chica se estira al cielo sólo cubierta por la bombacha y unos collares. La chica es hermosa. Dueña de una sensualidad que interpela a quien la mira. Los de la chica son algunos de los retratos que forman parte de la muestra Chaco, que la fotógrafa Guadalupe Miles concretó tras ocho años de trabajo en una pequeña comunidad aborigen del Chaco salteño. Un trabajo alejado de las miradas antropológicas y piadosas que suele suscitar el acercamiento al tema aborigen y que se expone hasta el próximo lunes en la Fotogalería del Teatro San Martín.
El del Chaco salteño no es un paisaje desconocido para Miles. Sus bisabuelos vivían en esa zona (aunque más al sur de donde realizó su trabajo) y ella solía ir a pasar allí sus vacaciones cuando era chica. Como fotógrafa llegó por primera vez ocho años atrás y ya no pudo dejar de ir. “Me habían encargado un trabajo y el lugar me impactó de tal manera que después seguí yendo por mi cuenta. En ese momento no sabía bien qué tenía de especial, quizá me conectaba con ciertas cuestiones vitales o con algo que tenía que ver con mi niñez”, cuenta Miles. Año tras año siguió realizando su ensayo siempre en la misma comunidad wichí de no más de treinta familias, donde poco a poco le fueron abriendo las puertas. Más tarde ganó las becas Antorchas y del Fondo Nacional de las Artes, que le permitieron la continuidad del trabajo, que aún no tiene fecha de conclusión.
Antes de encarar estos ensayos, Miles trabajaba como fotógrafa en Buenos Aires y sabía, aunque de una forma no definida, que necesitaba trabajar en otro lugar. “No sabía bien de qué quería hablar pero sí sabía que eso estaba en algún lugar del norte”, explica Miles, que vivió de los 9 a los 18 años en Salta. Desde 1996 a 2000 concretó una primera parte del trabajo en blanco y negro, y en 2001 arrancó la serie en diapositivas color de la que surgió la muestra del San Martín. Ese lugar redescubierto, “El Chaco”, como lo llaman los lugareños, llevó a la fotógrafa a tomar la decisión de emprender el camino de regreso e irse a vivir a Salta.
Miles cuenta que fue ganando confianza “muy de a poquito” y que hubo una primera familia que la ayudó mucho en el proceso. Pero no quiere dar más detalles. Prefiere preservar algo del secreto que se entrevé en sus fotografías. Todos los fotografiados pudieron asistir a la inauguración de la muestra en Buenos Aires. “Cada uno de los retratos fue compartido, el trabajo siempre fue pautado de ambos lados”, explica, y queda claro en sus fotos.
No hay misericordia ni exotismo en la mirada de Miles. Sí hay goce, juego, una fuerza vital que interpela desde cada fotografía. Allí están la arena, el fuego, los cuerpos que se relacionan con esa arena y ese fuego, las fibras vegetales como cabellos, el cielo tan azul, las nubes, la sangre rojísima del carpincho recién carneado, destacada aún más por las copias de diapositivas. Allí está el Chaco salteño. Quien quiera ver que vea.
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