CULTURA
› EL ESCRITOR GUILLERMO SACCOMANNO HABLA DE EL AMOR ARGENTINO
“Sin justicia hay resentimiento”
Es la segunda novela de una trilogía que aborda la violencia política y social de los años ’50, ’60 y ’70. El autor señala que la literatura, inevitablemente, está cruzada por la política.
Por Angel Berlanga
“Con estas novelas me pasa algo curioso: intento hablar desde lo literario, pero me desvío siempre hacia lo político, como si esas dos cosas no se pudieran separar”, dice Guillermo Saccomanno en referencia a la trilogía que protagoniza Gómez, un profesor de literatura que en los años ’50 simpatiza con el peronismo y confronta con la oligarquía y los intelectuales que desprecian lo popular. Tras La lengua del malón (donde invita a detenerse en lo que significó el bombardeo a Plaza de Mayo del ’55) publica ahora El amor argentino, una historia situada en 1959, en el despertar de la resistencia peronista a impulso de “huelgas, manifestaciones relámpago y sabotajes”, tras el desengaño que representó Frondizi. En ese escenario, Gómez anda fundamentalmente en dos cosas: enganchado con un laburante del frigorífico Lisandro de la Torre que enfrenta a los tanques del Ejército e investigando la relación entre Roberto Arlt y Evita, literatura y política otra vez.
Saccomanno emprende aquí una curiosa operación: retoma Roberto y Eva, una novela que publicó quince años atrás, la reescribe y la contextualiza en el universo de Gómez, a modo de preludio respecto de La partera de la historia, título tentativo del tercer eslabón que, planea, transcurrirá durante los ultraviolentos ’70. “El plantea que en un país donde no hay justicia, no hay otra opción que el resentimiento para las víctimas”, dice Saccomanno. “Subrayo que yo no soy peronista, pero me interesa el peronismo como, a decir de Cooke, el ‘fenómeno maldito’ que atraviesa la sociedad argentina, y también me interesa como artefacto literario.”
“Yo intento contar mi historia a través de mis ficciones. Es más: creo que uno siempre está contando su historia”, dice, y hace un repaso por las sustancias de su vida personal que fueron a parar a sus relatos: valga, como ejemplo, su colimba en Bajo bandera. Luego se detiene en la palabra intento: “En realidad cabe pensar que mi tema de fondo es la imposibilidad de escribir: en mi primera novela hay un guionista de historieta al que le pasaba de todo en la vida, al que la realidad le daba todo tipo de materiales, y no podía escribir nada; Situación de peligro es la imposibilidad de escribir una novela sobre el padre; hay algo de eso también en El buen dolor y en La lengua del malón. Para evadirse de una realidad de bombas molotov y tanques, en El amor argentino Gómez se va hacia atrás, a buscar la historia de Roberto y Eva”. En la ficción, el profesor de literatura está encantado con Mataderos, el barrio de su amante matarife, y frecuenta los lugares en los que se crió Saccomanno, que por entonces tenía diez años y aparece, así, autorretratado, apegado desde entonces a la lectura y a las inquietudes políticas de la época.
–¿Cómo transformó Roberto y Eva en El amor argentino?
–Esta es otra novela, aunque incluye materiales de aquélla. La verdadera escritura se hace en la corrección. Es lo bueno que tiene la literatura: si pudiera, volvería a escribir mi primera novela. Yo hoy soy otro. No soy el mismo que, de manera bastante salvaje, empezó a escribir aquella novela a comienzos de los ’80. Después de La lengua del malón me di cuenta de que ahí había otra historia. Gómez repara en el resentimiento de clase y creo que Arlt y Evita, que provenían de una clase media baja, marginal, buscaron correrse de sus facetas artísticas para pasar a otros lugares: Arlt buscó forrarse en guita fabricando medias que no se corriesen; y Evita largó su carrera de actriz para convertirse en lo que ya sabemos. El resentimiento de clase es un factor potenciador de cambio en ambos, y los hace dudar de su práctica estética, o de su trabajo de artistas.
–Usted plantea que intenta hablar desde lo literario, pero es notable su énfasis al hablar de política.
–Es ineludible. Me interesa que no se pierdan de vista las acciones, los hechos, que la política no nuble a la narración en términos de bajada de línea. Pero la literatura, inevitablemente, está cruzada por la política. ¿Por qué le vamos a tener miedo a la lectura política o ideológica? En la Argentina hubo toda una corriente narrativa, durante los ’60 y los ’70, que se planteaba contar una historia y reflexionar sobre qué pasa acá. Estos personajes están desgarrados por contradicciones que tienen que ver con la política. Si pienso en mi infancia, en mi propia historia, puedo decir que uno de mis tíos fue delegado en la huelga del Lisandro de la Torre, que mi padre era militante gremial, que mi casa estaba llena de volantes y fierros, que vi los tanques en la plaza cuando voltearon a Illia, que milité en la izquierda, que viví la violencia de los ’70. La política y la violencia son una constante en mi generación, de modo que son temas que me interesan, muy valiosos para explotar.