Un Congreso cuyo tema es la lengua, en especial la española, puede ser visto de dos modos: uno, como afirmación de un preciado bien en cuyos valores se cree sin reparos; esta lectura tiene algo de melancólico y un tanto reaccionario, es más bien la tentación del llamado “hispanismo” en la vulgar versión franquista, no, por cierto, en la de Menéndez Pidal; dos, como combate político en la medida en que al parecer debe demostrar enfáticamente que es una lengua hablada por muchos millones de personas, en numerosos países y comuni-dades, que ha dado lugar a una literatura de primer orden (...) Opto por esta posición y creo que la afirmación que resulte de este Congreso, además de la reunión en sí, tenderán a poner “en situación” un universo de pensamiento y de palabra que aparece todavía como secun-dario. No se ha de conseguir esto por la fuerza ni apelando a presuntas jerarquías o añejas glorias, sino poniendo en evidencia la ductilidad del instrumento y sus alcances productivos en todos los órdenes: capaz de producir una literatura, capaz de rejuvenecer-se, capaz de reunir países y peculiaridades que por ahora parecen distantes unos de otros, casi enfrentados se diría.
* Escritor argentino.