CULTURA
› MURIO AYER, A LOS 64 AÑOS, VICTIMA DE UN CANCER DE PULMON
Adolfo Castelo, la ironía como bandera
En todos los medios en que trabajó consiguió dejar una huella. Filoso observador de la realidad, dueño de un estilo de humor que le permitía establecer un vínculo particular con sus oyentes y lectores, Adolfo Castelo construyó una carrera notable, casi cincuenta años en actividad.
› Por Emanuel Respighi
Periodista, productor, conductor radial y televisivo, humorista, pero fundamentalmente un fino observador de los acontecimientos cotidianos, Adolfo Castelo dedicó buena parte de sus 64 años a intentar interpretar una realidad tan cambiante como su trayectoria profesional. Padre del humor absurdo en los medios de comunicación, el hombre de pelo blanco hizo de la ironía y la sátira un estilo periodístico muy particular, despojado de toda formalidad. De lecturas simples sobre la realidad, pero sin por ello resignar rigurosidad analítica y aguda, Castelo logró en sus casi cincuenta años de periodista lo que unos pocos privilegiados alcanzan: haber dejado su marca en casi todos las radios y canales de televisión del país. Un tipo que, tanto en lo profesional como en lo personal, eligió hacerle frente a la vida desde el humor. “Una dosis de humor ayuda a quitar el dolor”, declaró alguna vez, como una máxima que nunca abandonó. Ayer al mediodía, Castelo falleció como consecuencia del cáncer de pulmón que lo tuvo a maltraer durante los últimos años. Sus restos son velados hasta hoy al mediodía en la Legislatura porteña.
Porteño de nacimiento, melancólico por adopción, declarado Ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires el 4 de octubre pasado, Castelo ingresó al periodismo como colaborador de la revista de humor Tía Vicenta, en 1957. Si bien su intención era colaborar como dibujante, Landrú –editor de la revista– le sugirió que sólo escribiera notas de humor político porque sus dibujos eran “pésimos”. Luego de publicar en otras revistas del género, finalmente recaló en el periodismo “serio” a través de crónicas en Primera Plana, donde comenzó a desplegar un tipo de humor que, además de hacer reír, tenía la premisa de hacer pensar. Un sello que lo acompañaría hasta el final de sus días.
A la par de su trabajo en medios gráficos, Castelo decidió trasladar la sátira periodística, que tan bien manejaba, a la radio, su medio predilecto, según se cansó de repetir a lo largo de su extensa trayectoria periodística. Así fue que a fines de la década del ’60 condujo, junto a Anselmo Marini y Jorge Vaccari, Las ventajitas, el ciclo radial que es considerado como el primer programa radiofónico de humor absurdo.
Entre los ciclos más recordados de su primera etapa radiofónica, se destacan Qué extraño es este mundo, junto a Fernando Salas y Federico Bedrune, y con ellos mismos más por el entonces debutante Alejandro Dolina, Claves para bajarse de la cama. Ya con Dolina como único partenaire, realizó a mediados de los ’80 Demasiado tarde para lágrimas, donde Castelo se erigió definitivamente como uno de los introductores de una moneda hoy muy corriente en los medios: la transgresión. En radio también formó parte de Las mañanitas de Radio Libertad, Fontanashow, Uno por semana, El ventilador, El tiburón blanco y Turno tarde, entre otros.
Inquieto por donde se lo mire, Castelo también probó suerte en la televisión. Y no le fue nada mal. Tras una breve carrera como productor de avisos comerciales y programas de TV (Videoshow, conducido por Antonio Carrizo, Cantaniño y hasta Cha cha cha, entre otros), el hombre que desde los 20 años llevaba como una marca personal su cabellera canosa se topó en la producción de Supershow infantil con Raúl Becerra, con quien comenzaría una larga amistad. Juntos pergeñaron el recordado Semanario insólito (con Virginia Hanglin y Raúl Portal), en ATC, un ciclo que sentó las bases para el que sería una de sus máximas creaciones: La noticia rebelde. Acompañado por Becerra, Nicolás Repetto, Carlos Abrevaya (ya fallecido) y Jorge Guinzburg, el ciclo logró en los ’80 cambiar el perfil del periodismo televisivo, desacralizando la noticia tal como era entendida hasta entonces por el mundo catódico. Inaugurando el género de humor político televisivo, con una mirada satírica que no excluía ni siquiera al mismo gremio periodístico, La noticia... se transformó en un clásico de la TV local, cuyo espíritu puede aún hoy encontrarse en algunos programas, como Caiga quien caiga.
Filoso observador de la realidad, crítico y de reflexiones que siempre sentaban una posición clara sobre los temas de actualidad, son recordadas sus intervenciones en infinidad de programas televisivos, como Supershow infantil, Imagen de radio, Club de hombres, Muestra gratis, Asociación ilícita, Gemelos, Medios locos y Día D clásico, donde realizó su última intervención televisiva, como columnista y productor.
“Siempre manejé el humor absurdo –que es el que me divierte–, la sátira y la ironía”, dijo no hace mucho en un reportaje. “Me defino como un ironista. Me adjudiqué ese título porque es de la manera en que vivo”, había dicho, en sintonía con su trayectoria. Padre de dos hijas también periodistas e hincha de Boca, Castelo confesó nunca poder desprenderse del todo de la realidad. Prueba de ello es que nunca perdió el hábito de acostarse a las 4 de la mañana, previo zapping de –al menos– dos horas por los canales de noticias nacionales e internacionales. A las 9 de la mañana, nunca más tarde, se levantaba para empaparse de la realidad con la habitual leída de diarios.
Su amor por el trabajo y el periodismo en general llevaron a Castelo a armar sus propios proyectos periodísticos, siempre consecuentes con su irreverente estilo. La primera revista que fundó fue Salimos, en 1974, un emprendimiento que sólo le duró un par de años por el marco político en el que se produjo su lanzamiento. Posteriormente se encargó de dirigir las revistas Marcado, Cuatro patas y TXT, que se encargó de dirigir hasta no hace mucho. A su vez, desde 2001 conducía Mirá lo que te digo, por Radio Mitre, aunque últimamente salía al aire cada vez que su delicado estado de salud se lo permitía, disparando su artillería verborrágica desde su columna El blanco de las críticas. Justamente, por su labor en la conducción y animación del programa radial, fue galardonado en la última edición con el premio Martín Fierro. Un merecido reconocimiento a una persona que sentó las bases de un periodismo que no conocía de límites. “Hay dos caminos claros para mí: la creatividad o el ridículo”, dijo alguna vez. No cabe duda de que su nombre siempre estará asociado a la creatividad.
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