CULTURA
› SE LANZA LA TERCERA ETAPA DE LA REVISTA LA BIBLIOTECA
“Sobre la incertidumbre cultural”
Horacio González y Sebastián Scolnik hablan de la nueva etapa de la revista que fundó Paul Grussac y dirigió Borges.
La histórica La Biblioteca vuelve a salir a la calle.
› Por Angel Berlanga
Nació en 1896, renació en 1957 y vuelve a renacer ahora: la Biblioteca Nacional publica otra vez La Biblioteca, una nueva revista que lleva el viejo nombre con que la bautizó Paul Groussac a fines del siglo XIX, aquel que retomó Jorge Luis Borges a mediados del XX. “Sacar revistas sigue siendo una actividad importante en un país que ha asociado a ellas buena parte de su vida política e intelectual, y de su drama público”, dice el sociólogo Horacio González, director de la publicación en esta nueva etapa, vicedirector de una institución que se plantea para enero, por fin, la realización de un elemental inventario de los materiales que acumula. “La Biblioteca Nacional tiene una fuerte tradición de revistas, pero la que se destaca por sobre todas es la que dirigió Groussac –dice González–. Los veinticuatro números que sacó estaban fuertemente impregnados por su espíritu personal, es decir, por su interés en la revisión crítica de los papeles de la historia argentina: ahí surgió la polémica por el Plan de Operaciones de Moreno, sobre el dogma socialista de Echeverría, y ahí se abordó el fusilamiento de Liniers. El gobierno se molestó por el modo en que Groussac intervino sobre la historia de la violencia en la Argentina.”
Anunciada como “una revista signada por el debate cultural y el lenguaje con sellos personales”, propuesta sin “el peso de ninguna personalidad literaria fundadora”, en el primer número de esta nueva etapa el tema central es El archivo como enigma de la historia, y escriben entre otros Nicolás Casullo, Eduardo Grüner, Horacio Tarcus, Hebe Clementi, Oscar Terán y Roberto Baschetti. “Con el maltrato que ha sufrido la idea misma de nación, el lugar de la Biblioteca en ese contexto merece también ser reconsiderado –dice el sociólogo Sebastián Scolnik, coordinador de la revista–. Es muy adecuado preguntarnos por el sentido del archivo en esta época de informática e Internet, de producción de pensamiento en la era de la globalización, pero también por las tradiciones culturales de los diferentes usos de los archivos en la historia argentina. Este número condensa una discusión muy actual sobre modos y potencialidades de una biblioteca y a la vez rescata el papel que jugaron en la investigación histórica”. Scolnik hace hincapié en que algunos de los autores trabajan en la Biblioteca Nacional y otros provienen de diversos ámbitos y subraya el predominio del análisis crítico en la revista: “No valía la pena encarar un proyecto de estas dimensiones para hacer simplemente un retrato propagandístico de esta institución .dice-. En la base del proyecto hay una crítica muy fuerte a lo que son las culturas oficiales, sobre todo al modo de su enunciación, fuertemente centrado en la idea de cultura como espectáculo, con escaso relieve o profundidad en estudio y estilo”.
Con una tirada inicial de tres mil ejemplares, un costo de diez pesos y 224 páginas, se contempla la publicación de al menos tres números al año. Quinientos de esos ejemplares serán distribuidos en la red de bibliotecas populares y en las de distintos países; en Buenos Aires, cuenta Scolnik, podrá comprarse en librerías de la avenida Corrientes, en facultades y también en la misma Biblioteca Nacional. En este primer número hay, además, artículos sobre David Viñas, Noé Jitrik, Beatriz Sarlo, Héctor Yánover, Tulio Halperin Donghi, José María Ramos Mejía, Paul Groussac y Pedro De Angelis. El 15 de diciembre saldrá a la venta y el 22, a las 18, se hará la presentación formal en el edificio de la calle Agüero.
La etapa Borges de La Biblioteca, dice González y cita el estudio del historiador Mario Tesler, reproduce lo que había hecho en la revista Sur, de Victoria Ocampo: “Eso no es interesante”, sostiene; en cambio, hay aristas de la etapa Groussac que le interesan: “El tenía la idea de que el pasado genera juicios morales que podemos retomar en cualquier presente –explica–. Con el debate sobre el fusilamiento de Liniers choca con el clima cultural dominante de su época: Groussac era una suma de autonomía,intelectualidad y relación con el Estado. El hecho de que pensara que la nación argentina surgió de un fusilamiento de esa índole advertía sobre un destino preocupante. Sus amigos del régimen le señalaron que no podía cuestionar la sangre en los cimientos del Estado. En ese sentido la revista de Groussac fue absolutamente inquieta: revisaba todo el tejido del orden nacional. Es evidente que nosotros no tenemos las posiciones conservadoras de Groussac, pero en su revista hay momentos de originalidad literaria, con el adicional relevante de ser alguien del Estado que intranquiliza con su opinión: un pensamiento fuertemente indisciplinado dentro de la disciplina estatal. Este nuevo número es absolutamente paradójico: es una revista oficial, pero tiene un lenguaje crítico que quizás no tengan las de otros grupos intelectuales. Habla como no habla ningún otro lugar de la escena estatal, institucional, pública de la Argentina. Es una revista de la incertidumbre cultural de este momento”.
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