Mar 14.12.2004

CULTURA  › ENTREVISTA A JOSE LUIS MANGIERI, EDITOR
DE LA ROSA BLINDADA Y LIBROS DE TIERRA FIRME

“La historia nos metió los cuernos”

Hoy cumple 80 años y el festejo incluirá esta noche, además, la presentación de su libro de memorias Es rigurosamente cierto, en el Rojas, en el que desgrana su pasado como editor, entre otros, de Raúl González Tuñón.

› Por Silvina Friera

Heredó de su padre, un obrero anarquista y milonguero, esa vitalidad que caracteriza al legendario editor de La Rosa Blindada y Libros de Tierra Firme. “Empezamos muy bien la entrevista”, bromea José Luis Mangieri porque Página/12 le dice que parece entre veinte y treinta años menor. La palabra vejez suena anacrónica, y lo es si se escucha su voz o se observa la naturalidad con la que lleva su pelo rebeldemente ensortijado, “largo”, al menos para la edad que revela su documento de identidad. “El asunto es que no te agarre el viejazo –explica Mangieri–. Creo que es un problema de presencia en la vida. Más allá de los tropezones, siempre trato de tirar para adelante, estar activo y no hacerme el bocho.” Su presencia en el mundo no es la de un hombre octogenario; su rostro parece blindado contra las arrugas. Pero hoy, martes 14 de diciembre, cumple ochenta y lo festeja presentando Es rigurosamente cierto –sus memorias como editor, cuyo texto definitivo es el resultado de las entrevistas realizadas por Karina Barrozo y Hernán Casabella– a las 20, en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038).
Cuando el adolescente Mangieri leyó El violín del diablo, de Raúl González Tuñón, algo cambió: “Me dio vuelta la cabeza y empecé a escribir poesía”, recuerda. “Después tuve el privilegio de conocerlo, frecuentarlo y editarlo. Nunca se volvió a repetir la figura de Raúl en la poesía argentina. El nos ayudó mucho.” En la década del ‘60, mientras Mangieri trabajaba en Eudeba y militaba en el Partido Comunista, al que se había afiliado en 1953, pensó que él podía ser editor y decidió copiar la idea que habían implementado en esa editorial universitaria: cuatro libritos en un paquete. Al principio, en 1962, la editorial de Mangieri se llamó Ediciones Horizonte, pero posteriormente adoptó el nombre de La Rosa Blindada, en homenaje al libro escrito por Tuñón sobre la insurrección de los mineros de Asturias. La revista homónima, que recién apareció en octubre de 1964, tuvo una tirada de 10 mil ejemplares hasta el cuarto número. Los uniformados de Onganía clausuraron la revista, que sacó su último número –el noveno– en septiembre de 1966. Además de Mangieri y Carlos Alberto Brocato en calidad de directores, el staff editorial incluía a Juan Gelman, Roberto Cossa –expulsados del PC–, Octavio Getino, Roberto Raschella y Javier Villafañe, entre otros.


DE CATALOGO

La Rosa Blindada editó libros de poesía, de narrativa, de teatro, de ensayos y política, con autores como Bertolt Brecht, Attila József, Paolo Chiarini, Juan Bautista Alberdi, Andrés Lizarraga, Tuñón, Javier Villafañe, Juan Gelman, Andrés Rivera, Antonio Gramsci, Mao Tse Tung, Vo Nguyen Giap, Ho Chi Minh, el Che Guevara y Regis Debray, entre otros.
–¿Cómo afrontó usted la derrota de parte de los ideales que los politizaron en los ‘60?
–Siempre pensé que la historia nos esperaba a la vuelta de la esquina, pero la historia, que es mujer, nos metió los cuernos. Y a la vuelta de la esquina nos esperaban 30 mil muertos y miles y miles de exiliados. La historia argentina está cruzada de zanjones sangrientos: el golpe del ‘30, que en la práctica liquidó a la generación del ‘22, la de Tuñón, la de Arlt y de Borges, en tanto generación, aunque ellos pudieron seguir escribiendo en el ámbito individual. Lo mismo pasó con la generación del ‘60, que el golpe de Onganía desmanteló. Una gran tragedia argentina fue que la izquierda no entendió al peronismo. Este es un país canibalesco, antropofágico, pero supongo que no siempre ha sido así.
–Decía que la izquierda no pudo comprender al peronismo. ¿Cómo fue su experiencia?
–Como buen afiliado al Partido Comunista, era bien gorila. Fioravanti, el dirigente anarquista, les dijo a sus compañeros anarquistas respecto del17 del octubre: “Ojo, compañeros, que ahí está la clase obrera, ahí está el pueblo”. Ya había en él una comprensión y, gustara o no, ahí estaba el pueblo. ¿Cómo se explica que después de 55 años el peronismo siga eligiendo presidente? O gobiernan ellos o no dejan gobernar. Algunos dicen que el peronismo reformista le lavó la cabeza a la clase obrera. Me parece que es mucho más complejo. Perón repartió el 52 por ciento del Producto Bruto interno, mientras que en esa época la gran democracia sueca sólo repartió el 30.
–¿Hubo algún otro modelo de editorial, además de Eudeba, que haya ejercido influencia en La Rosa Blindada?
–Yo estuve en China en el ‘66 con Andrés Rivera, y ahí nos contactamos con François Maspero, un gran editor de izquierda. Nosotros nos politizamos, siguiendo la realidad argentina, pero teniendo en cuenta la experiencia editorial de Maspero. En América latina pudimos hacer lo que hicimos en alguna medida porque los yanquis tenían las manos atadas con Vietnam: una vez que se desataron, se encargaron de nosotros. Me acuerdo de que en los ‘70, los libros de Giap se vendían en las estaciones de subte, en Tribunales, en Palermo. El librero Damián Carlos Hernández, al que siempre le llevaba las novedades, me dijo un día: “Con tal que tenga el pie de La Rosa Blindada, traeme la edición completa”.


CARICATURAS, NO

–¿El hecho de haberse dedicado a la edición le restó tiempo al poeta?
–No. Seguí escribiendo poesía, edité un primer libro, 15 poemas y un títere, el único que tengo publicado, y ahora voy a sacar Poemas del amor y de la guerra. Siempre digo que la poesía es el género literario de la resistencia y algunos amigos míos narradores me protestan. En la poesía, si se te pudrió un versito, se te pudrió todo. Además, como género, exige del lector una entrega absoluta, por más que Oliverio Girondo escribió aquel famoso libro Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. No se puede leer la poesía en el tranvía, no porque no haya tranvías sino porque la poesía te obliga a una entrega total.
–Cuando estaba terminando la dictadura, creó la editorial Libros de Tierra Firme. ¿Por qué no volvió con La Rosa Blindada?
–No quiero ser una caricatura de lo que fui. La Rosa Blindada cumplió con un contenido que correspondía, equivocado o no, al momento histórico que se vivía en el país. La Rosa Blindada era un título de la utopía, en cambio con Libros de Tierra Firme me pareció que teníamos más los pies sobre la tierra. Esta es una época de transición: sabemos de dónde venimos, pero no a dónde vamos. Y las épocas de transición son necesariamente híbridas; estamos reacomodando las cargas del pasado y las del presente. Todo vuelve a empezar, pero estamos lejos del asalto al cielo, como quisimos.
–Al estar viviendo en un momento de transición, ¿se plantea qué significa para usted ser de izquierda?
–Sigo siendo un tipo que quiere luchar contra el sistema, que es tremendamente injusto, en el que vivimos con 55 millones de vacas y 9 millones de indigentes. Ser de izquierda consistiría en juntar los pedazos y tratar de luchar en forma organizada contra el sistema. ¿Ahora en qué te organizás: en los sindicatos, en la cultura, en revistas, en editoriales? Venimos de una gran derrota y estamos en eso de juntar los pedazos. Es duro porque estamos muy fragmentados, mientras la derecha siempre sigue estando unida: saben muy bien lo que es el poder. Como decía Lenin: “Todo es ilusión, menos el poder”.

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