“Creo que vine siempre a la feria, o casi, aunque extrañamente no puedo identificar la primera vez. La imagen que tengo de aquella vieja feria es siempre con mucha gente, aunque, por supuesto, no era tan masiva como ahora. Lo que pasa es que De la Flor tiene una colección muy popular. Entonces, invariablemente, cuando va a firmar Quino, el negro Caloi, es un despelote de gente”, recuerda Fontanarrosa.
–Y cuando firma usted también hay revuelo. ¿No se cansa?
–No, a mí me gusta. Es cierto que es muy cansador físicamente, pero también te permite un contacto directo con la gente en el que ganás varias cosas. Primero, afecto, y de eso todos estamos necesitados. Después te da un pantallazo de por dónde va la cosa, de acuerdo con lo que te comentan o no. Nosotros, por ejemplo, llegamos a la conclusión de que teníamos que publicar todos los cuentos de fútbol en un solo libro para evitar la cantidad de tipos que venían y preguntaban: “¿En qué libro está ese cuento que leyó Alejandro Apo el sábado pasado?”.
–¿Cómo definiría a su público cazador de autógrafos?
–En mi caso, como hay una influencia futbolera muy grande, hay muchos tipos a los que se les nota que no son lectores habituales, de nada. Vienen porque son futboleros y me dicen “ponele para fulano el gallina”, o “yo soy quemero” o “qué mal Central” o “qué bien Central”. Todos tienen un comentario de este estilo.