CULTURA
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La feria y yo
Por Alicia Steimberg *
Cuando me llegaba la invitación a participar en un panel de literatura erótica, yo invariablemente decía: “¿Pero será posible? Otra vez llega esa estación del año que se llama Feria del Libro”. Y siempre nos reíamos. Entraba al predio de Pueyrredón y Figueroa Alcorta con un salvoconducto que me habían dado porque me tocaba estar en un panel, o por ser miembro de la Comisión de Cultura. Doblaba a la derecha, hacia el viejo bar-restaurante. ¡Era tan importante con quién se sentaba uno! Junto con otros de mi “generación” estábamos labrando nuestra popularidad con cierto disimulo. Bueno, mozo, un tostado de jamón y queso, y un té con leche fría. Y cuando levantaba la taza alguien menos popular que yo venía y me encerraba en un estrecho abrazo, que me obligaba a ponerme de pie. El también quería ser conocido.
Después venía el panel, con preguntas del público, y entre ellas la pregunta: “¿Cuál es la línea divisoria entre erotismo y pornografía?”. Panelistas y público se trenzaban en una discusión sin pie ni cabeza. Después del panel íbamos al bar y cuántas veces, hermano, cenábamos allí con café y otro tostado de jamón y queso.
También estaban todos esos stands con los libros.
* Escritora, autora de Cuando digo Magdalena.
Nota madre
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