CULTURA
• SUBNOTA › PROLIFICA VIDA Y OBRA DE UN DIBUJANTE QUE DEL UNDERGROUND PASO A LA CIMA
Dentista no; mejor, cabeza de ratón
Por J. S.
Art Spiegelman nació en 1948 en Estocolmo, donde habían recalado sus padres Vladek y Anja –polacos sobrevivientes de familias devastadas– tras haber pasado por Auschwitz y Dachau, los campos de concentración nazis. Cuando Art tiene tres años, los Spiegelman se radican en Estados Unidos, primero en Pennsylvania, después en Rego Park, Queens, en Nueva York. Descubre las historietas y ya dibuja profesionalmente a los 16. Más allá de la voluntad familiar de verlo convertido en dentista, estudia artes y filosofía en Harpur College –después se formaría en la Art School de San Francisco– y en seguida se suma al movimiento del comix underground junto a Crumb, Shelton y el resto. Mientras se gana la vida en la Topps Chewing Gum Co. diseñando packaging de golosinas y la serie de cartas Garbage Pails Kid, el año 1968 será clave por lo traumático: pasa una breve temporada internado por desorden nervioso tras una crisis por drogas y se suicida su madre. Tiene veinte años.
Definido en su vocación, hasta mediados de los setenta dibuja con su nombre o bajo seudónimos –Joe Cutrate, Skeeter Grant y Al Flooglebucke– historietas satíricas como Ace Hole, Midget Detective; Nervous Rex; Douglas Comics y Cracking Jokes, etc., en multitud de efímeras revistas de comix: Real Pulp, Young Lust, Bizarre Sex, entre otras. De 1972 son sus dos primeros ejercicios de relato autobiográfico. En Short Others Comics aparece el terrible Prisoner of the Hell Planet, sobre el suicidio de su madre, y en sólo tres páginas de Funny Animals un esbozo de Maus en que –con otro dibujo– ya están los ratones y gatos, la relación padre-hijo y una síntesis de toda la historia.
En 1975 debuta como editor. Funda junto a Bill Griffith la excelente Arcade, una revista trimestral que dura siete números –publican también Crumb, S. Clay Wilson, Justin Green– y que marca en cierto modo el fin del underground y el comienzo, para Spiegelman, de las búsquedas conceptuales más interesantes, trabajando con referencias al género, citas, cruces, sátira y reflexión. Breakdowns (Depresiones), de 1977, reúne la mayoría de sus historietas de ese período.
Precisamente, ese mismo año se casa con la diseñadora francesa Françoise Mouly, su compañera y socia, afectiva e intelectual desde entonces y en todo sentido. Con ella tendrá dos hijos –Dash y Nadjia– y fundará en 1980 la mítica revista Raw, que durante la primera mitad de los ochenta dará cabida a los autores nuevos y creativos del comic norteamericano: Mark Beyer, Charles Burns, Gary Panter, David Mazzuchelli, Otto Sebold, Jerry Moriarty, Chris Ware y Daniel Cowes, entre otros futuros grandes. Además, Spiegelman publica a notables creadores extranjeros desconocidos en Estados Unidos. Tardi, Pascal Doury, Ever Meulen, Joost Swarte e incluso los argentinos Muñoz y Sampayo aparecen en Raw.
Pero además, cada número de la cuidada revista incluye en separata una entrega de Maus, la saga que ha comenzado a dibujar sistemáticamente en 1978 y cuya primera parte –A Survivor’s Tale (Memorias de un sobreviviente)– completará hacia 1986 y publicará Pantheon Books. El álbum resulta un éxito editorial y de crítica. Spiegelman alcanza reconocimiento europeo y publicaciones. Le conceden la beca Guggenheim y al aparecer la segunda parte, Maus II: From Mauschwitz to the Catskills, en 1991, obtiene el Premio Pulitzer. Es ya una pequeña celebridad.
El éxito trae sus consecuencias. Mientras Spiegelman enseña historia y estética de los comics en la School for Visual Arts de Nueva York, su mujer y él entran a trabajar en el área de diseño del New Yorker. El se quedará, ilustrando portadas –algunas memorables– como consultant editor, durante diez años. Françoise Mouly sigue aún allí. Juntos han creado en los noventa la publicación infantil Little Lit y Art, además, ha realizado un par de libros que muestran la ductilidad de su talento y la pluralidad de sus intereses: Open Me, I’m a Dog!, para chicos, la versión ilustrada de The Wild Party, un trágico y audaz poema narrativo de Joseph Moncure March de 1928, sobre el desmadre de los locos años veinte en Hollywood, además de un ensayo sobre el notable Jack Cole, el de Plasticman, un loco genial de los cuarenta.
Hoy, desvinculado del New Yorker y con la publicación del durísimo e inclasificable In the Shadows of the No Towers, Art Spiegelman, un artista de 56 años a la intemperie, sigue dibujando y sorprendiendo mientras espera –uno más– que ahora desaparezca Bush.
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