En Honduras circula una lista en la que figuran Guillermo Amador Padilla y su hermano gemelo René. Sus integrantes estarían condenados a muerte por un aparato represivo clandestino que ya asesinó a dos centenares de opositores. Este militante hondureño, de poco más que 40 años, maneja un nivel de información semejante al cargo que ocupó en la lucha contra el golpe de Estado: encargado de seguridad del Frente Nacional de Resistencia Popular.

Exiliado en la Argentina, llegó al país en abril pasado con su esposa, su hijito, siete maletas y apenas diez pesos en los bolsillos. Espera obtener el estatus de refugiado político que le permitiría formalizar una vida alejada de las acechanzas que sufrió en Honduras desde el golpe del 28 de junio de 2009. Quiere retomar sus estudios universitarios, pero antes debería consolidar un trabajo estable que no ha conseguido hasta el momento.

Vive de cierta asistencia, de la mano que le da el comedor Los Pibes de La Boca y alquila una pequeñísima vivienda en el Gran Buenos Aires con los escasos ingresos que logra juntar. Percibe que su regreso a Centroamérica está lejos y que la vuelta de Manuel Zelaya a Honduras trajo beneficios pero también dificultades. Una, la más visible para él, es que su país desapareció del escenario internacional. Es crítico, por eso, del regreso de Honduras a la OEA, que la organización aprobó el 1º de junio pasado.