DEPORTES › OMAR NARVáEZ VENCIó POR NOCAUT TéCNICO AL ESPAñOL IVáN POZO
El chubutense sumó la 13ª defensa exitosa de su título mosca de la OMB y quedó a una del record del mítico santafesino.
› Por Daniel Guiñazú
Omar Narváez (50,500 kg) volvió a retener con brillo y amplitud su corona de campeón mundial de los moscas de la OMB. El chubutense derrotó por nocaut técnico antes del comienzo del 8º round al español Iván Pozo (50,500 kg), en una pelea celebrada en el Pabellón Central de Vigo, y de este modo sumó la 13ª defensa exitosa de su título, quedando sólo a una de igualar el record de 14 exposiciones que Carlos Monzón alcanzó entre los medianos entre 1971 y 1977.
Desde la primera campanada, Narváez, invicto en 29 combates, dejó en claro las diferencias de técnica y concepto boxístico que existían entre él y su adversario. Mientras Pozo apostó al tesón y al coraje por encima de su estilo rudimentario y sin matices, el patagónico hizo valer la velocidad de sus piernas y de sus brazos para gobernar cada centímetro del cuadrilátero y aplicar los golpes más claros. Con sus piernas ágiles, manejó la distancia y siempre encontró ángulos renovados desde donde conectarlo al español, alternando el trabajo en avance y en retroceso, en el centro del ring y en las cuerdas. Con sus manos rápidas y variadas, mantuvo a raya a Pozo. La derecha en apertura y la izquierda cruzada a la cabeza o en gancho a los planos bajos, más justas que poderosas, atormentaron al retador, que jamás pudo arrimarse a Narváez para pegarle o bien para amarrarlo, deslucirlo y evitar el castigo.
Así planteado, el combate pronto se convirtió en un monólogo. Ni siquiera las voces de aliento que recibía Pozo de su gente pudieron impulsarlo a la proeza. Narváez hasta se dio el lujo de cuidar sus manos delicadas, tocando antes que golpeando a pleno, para prevenir cualquier lesión traicionera. Sin embargo, la suma de los impactos, antes que su potencia, lo fueron arrimando, sin prisa pero inevitablemente, a una victoria antes del límite.
En el 7º round, la rapidez y la creatividad del campeón chubutense terminaron por convertirse en insoportables para el estoico y limitado peleador gallego, que llegó aturdido a su rincón, luego de haber recibido varias combinaciones a la cabeza. El triunfo estaba al caer no bien Narváez apurara las acciones en el 8º. Pero no fue necesario. En el descanso, Paco Amoedo, el segundo principal de Pozo, decidió retirarlo del combate. Fue lo correcto. El español carecía del poder, la fortaleza espiritual y los recursos técnicos para dar vuelta una pelea que se le había hecho inconquistable, casi a partir de su comienzo, quedando así consumada su quinta derrota en 34 peleas, la tercera por fuera de combate.
Cada vez que defiende su corona, es preciso decir lo mismo sobre Narváez. Es, por muy lejos, el mejor boxeador argentino del momento. Y es el único al que no lo afecta pelear de local o de visitante. No obstante, da la impresión de que nunca habrá de llegar el momento de verlo en una pelea unificatoria contra los campeones de las otras entidades. Su objetivo y el de su manager, Osvaldo Rivero, es el de igualar primero, y batir después, el record de Monzón. Por eso, ya se está pensando en una defensa optativa en Trelew, su ciudad natal, o bien en el Luna Park.
Más que la gloria de un triunfo notable o el dinero que podría llevarse si se expusiera en el Lejano Oriente o en los Estados Unidos, a Narváez por ahora sólo parece atraerlo el brillo de la cita estadística. Es él quien pone el cuerpo a la hora de los bifes y por eso está en todo su derecho de elegir lo que le plazca o le convenga. Pero es un desperdicio que su talento deslumbre sólo en peleas de bajo riesgo. Narváez es un crack. Sería bueno que alguna noche lo alumbren los grandes focos del boxeo mundial.
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