DEPORTES › CURUCHET Y PéREZ SUBIERON A LO MáS ALTO DEL PODIO
La dupla argentina ganó la Prueba Americana por un punto sobre los españoles, y tercero quedó Rusia. Es el primer triunfo en la historia de esta especialidad. A los 43 años, Curuchet se retira con toda la gloria.
Argentina disfruta desde ayer su primera medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing. El legendario Juan Esteban Curuchet, a los 43 años, y Walter Pérez protagonizaron una hazaña para el deporte de este país al ganar la Prueba Americana de ciclismo, la primera en la historia nacional de esta disciplina. La jornada de ayer fue la vencida para Curuchet, quien pocas veces pudo contener la emoción durante la inolvidable ceremonia del podio, en la que recibió la medalla de oro y escuchó, por primera vez en estos Juegos, el himno nacional argentino, mientras la bandera celeste y blanca ascendía a lo más alto del Laoshan Velodrome.
El ciclista marplatense jamás había podido subirse al podio en sus cinco anteriores presentaciones olímpicas: Los Angeles ’84 (quinto), Seúl ’88 (quinto), Atlanta ’96 (16º), Sydney 2000 (séptimo) y Atenas 2004 (noveno). Pero todo fue distinto ayer, debido a que los argentinos dominaron la competencia durante la mayor parte de las 200 vueltas y finalizaron con un triunfo merecido, anhelado y festejado largamente, luego de un sacrificio que, en el caso de Curuchet, se extendió por más de 24 años hasta conseguir el resultado.
Argentina siempre se mantuvo dentro del primer pelotón de la competencia y rápidamente le sacó una vuelta de ventaja a la mayoría de los equipos, como Italia, Bélgica (ganó varios embalajes y sumó la mayor cantidad de puntos, con 17) y Alemania, entre otros. La dupla Curuchet-Pérez manejó la carrera con inteligencia, en el tercer sprint obtuvo los primeros cinco puntos, y a partir de allí no abandonó nunca más el liderazgo, hasta subirse al podio.
El duelo principal se dio con España, que conformó un equipo de gran nivel con Joan Llaneras y Antonio Tauler, quienes finalmente se quedaron con la medalla de plata, y Rusia, con Mikhail Ignatyev y Alexei Markov, que recibió la de bronce. Los españoles llegaron a emparejar el primer puesto en el sexto embalaje, cuando sumaron cinco puntos. Pero rápidamente los argentinos realizaron un nuevo esfuerzo, sumaron una unidad más en el sprint siguiente y ampliaron su ventaja en el octavo, con otros nuevos dos puntos.
El esfuerzo de los españoles, que pedalearon intensamente sobre el final, no les alcanzó, pese a sumar dos puntos en el último sprint. La ventaja de la dupla argentina era de ocho contra siete. No había desempate posible. Sólo cabía festejar.
Las manos de Curuchet y Pérez se juntaron y sus bicicletas circularon paralelas en la “vuelta de celebración” sobre la pista del Lao-shan Velodrome. A los costados, un grupito envuelto en celeste y blanco gritaba, agitaba sus banderas y lloraba de emoción. La ceremonia de premiación, el himno argentino y la bandera nacional en lo más alto fueron instantes imborrables para quienes protagonizaron la hazaña y, también, para quienes la presenciaron. Curuchet se tomó el rostro cuando subió al podio para recibir su medalla, y sólo dejó de llorar cuando escuchó el himno. Pérez le dedicó el oro a su madre, que lo ayudó “desde el cielo”. Fue el día en que la leyenda y la hazaña argentina se encontraron en Beijing.
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