Dom 24.08.2008

DEPORTES  › OPINION

Si la decisión es de los carcamanes...

› Por Diego Bonadeo

Hay un puñado de preceptos constitucionales que a uno le quedan de los años más o menos mozos, que por recordables u olvidables la memoria se resiste a convertir en amnesia. Por estos tiempos, aquel que casi lapida “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes” suena a veces como anacronismo. En cambio, por lo menos para quien esto escribe, “las acciones privadas de los hombres que no ofendan la moral ni el orden público están reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados” vale para ahora, así como para antes y para después también.

El introito viene a cuento porque después del terrible accidente de avión en el aeropuerto madrileño de Barajas, la delegación española, sin ofender ni la moral ni el orden público, decidió el luto con su bandera a media asta y sus deportistas participando con brazaletes negros.

El carcamanerío que decide los destinos del olimpismo desde el Comité Olímpico Internacional (COI) prohibió terminantemente tales expresiones de más que explicable dolor, por razones que probablemente ni siquiera los gerontes que tomaron la determinación entienden bien y que por lo tanto no pudieron explicar con autoridad, pero se dejaba entrever que había una cuestión vinculada con la igualdad o con el equilibrio.

Afortunadamente, como sigue habiendo rebeldes que entienden que lo peor que se puede hacer estando las cosas –todas las cosas, o por lo menos casi todas– como están es acatar lo establecido, varios brazaletes negros homenajearon a la desgracia de Barajas.

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