DEPORTES › OPINIóN
› Por Gustavo Veiga
Declamar un éxito o despegarse de un fracaso exige poner los hechos analizables en un contexto. Comparar por comparar no sirve. Hay que proveerse de estadísticas, interpretarlas, hurgar en el pasado, proyectar hacia el futuro y recién ahí sacar conclusiones. Los Juegos de Beijing, ahora que finalizaron, dejaron algunas señales que deberían procesarse con detenimiento.
Que China desbancó a Estados Unidos en el primer puesto del medallero es un dato obvio que, aislado, es apenas eso: un dato. Se rompió una hegemonía de tres ediciones olímpicas, es cierto, pero quizá aporte más conocer que los chinos pasaron del decimosegundo lugar al séptimo en el medallero histórico. Y en sus propios Juegos dejaron atrás a Hungría, Suecia, Australia y Japón e igualaron a Alemania. Además, fueron cuartos en Atlanta ’96, terceros en Sydney 2000, segundos en Atenas 2004 y ahora primeros. Una evolución incontenible.
Sólo quedan por debajo de Estados Unidos (líder inalcanzable) la desaparecida Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia e Italia. Otro dato: hasta Beijing, Estados Unidos sumaba 2194 medallas y China apenas 286, aunque no compitió en varios Juegos, desde los años ’50 hasta 1984, porque el COI permitía la participación de Taiwan, la China no comunista.
Los Juegos ratificaron que las economías más fuertes se corresponden con un deporte que goza de buena salud. Una especie de Grupo de los Ocho (sin China) se repitió en el podio de los diez mejores en Beijing: EE.UU. (2º), Rusia (3º), Gran Bretaña (4º), Alemania (5º), Japón (8º), Italia (9º) y Francia (10º), con la excepción de Canadá, el único que se clasificó por debajo (19º). Entre los top-ten también se colaron dos naciones del primer mundo: Australia (6º) y Corea del Sur (7º).
¿Qué nos queda a nosotros, los postergados del globo? Van algunas lecturas: Cuba, el modelo deportivo a imitar, no pudo ni acercarse a su desempeño de Atenas, donde finalizó undécima. Esta vez, entre los países latinoamericanos, Brasil la superó por primera vez en el medallero, pese a que perdió las finales de fútbol femenino, voléibol masculino, beach volley masculino y la semifinal de fútbol con Argentina entre los varones, cuando era candidato al primer puesto en esas disciplinas. La defección cubana en el boxeo (no ganó un solo oro) explica en buena medida su declinación general. Pero, ¿puede pedírsele más a un país bloqueado económicamente desde hace 50 años? La respuesta es no.
Por último, Argentina mantuvo exactamente la misma cantidad de medallas que ganó hace cuatro años (dos oros y cuatro bronces) y subió ligeramente. Entre un medallero (38º en Atenas) y el otro (34º ahora) no hay demasiadas diferencias con el que conserva en el historial de todos los Juegos (41º). Con un detalle de color adicional: Etiopía, con sus cuatro oros en China, acaba de hacerla bajar del puesto 40º que tenía hasta antes de Beijing.
El reverso de esta moneda es el análisis de la Secretaría de Deporte de la Nación, que dice: “El ciclo olímpico entre Atenas 2004 y Beijing 2008 es el que más podios sumó en los últimos 60 años de competiciones”. Rigurosamente cierto. Pero este dato no nos aleja del subdesarrollo deportivo ni nos acerca a las potencias.
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