DEPORTES › ACUñA-OLIVERAS EN EL LUNA PARK
› Por Daniel Guiñazú
Juan Carlos Lectoure no quería ver mujeres sobre el ring legendario del Luna Park. El lugar que les reservaba en el rito porteño de los sábados de la noche era el ring-side, al que debían embellecer con su presencia, sus vestidos de marca, sus perfumes distinguidos, su fama y su fortuna. Cada vez que le proponían modernizarse, imitar al boxeo de los Estados Unidos y poner chicas paseándose con carteles que anunciaban el número de los rounds, su gesto se tornaba aún más hosco. Y el boxeo femenino directamente no cabía en sus cálculos. Cuando Tito, en los ’60, los ’70 y hasta los ’80 era el cuerpo y el alma del estadio de Corrientes y Bouchard, que dos mujeres boxearan, por plata o sin ella, era, apenas, la alucinación de algunas mentes calenturientas.
Pero los tiempos han cambiado. Lectoure ya no está para poner cara de enojado. Y esta noche, el Luna Park encenderá sus mejores luces para albergar la más esperada pelea de la breve historia del boxeo argentino color de rosa: Marcela “Tigresa” Acuña (54,850 kg) y Alejandra “Locomotora” Oliveras (54,350 kg) unificarán sus títulos mundiales de la Asociación y el Consejo en la categoría supergallo en un combate que TyC Sports pondrá en el aire en directo desde las 22 y que llega a concretarse dos años después de que el mismísimo Marcelo Tinelli intentara montarlo en sus estudios de Ideas del Sur, como una atracción más del Bailando por un sueño 2006.
Ese año, la Tigresa participaba de la competencia. Una noche, Oliveras irrumpió en cámara y la desafió a pelear, al filo mismo del insulto. Tinelli vio que el negocio estaba servido. Y fogoneó la rivalidad poniendo en marcha su infernal maquinaria publicitaria. Cuando parecía que el choque se concretaba en el mismo estudio donde Showmatch se perpetra, la Federación Argentina de Box dijo que esos estudios no estaban habilitados para combates profesionales y desautorizó la realización.
Dos años después, la formoseña Acuña (32 años) y la jujeña Oliveras (30 años) se topan en una pelea que ha excitado el ambiente. Ayer había colas de aficionados comprando entradas en las boleterías, dos canales de cable emitieron en vivo el pesaje, llueven pedidos de acreditaciones de medios que jamás dedicaron una línea o un minuto de aire al boxeo y, por estas horas, los periodistas cruzan frenéticos vaticinios como en los irrecuperables tiempos de Bonavena, Locche y Monzón.
Oliveras prometió adrenalina. Y ayer empezó a pagar la cuenta con una escena bizarra. Trepó a la balanza con su torso al desnudo, apenas cubierto por un body-painting negro de gusto discutible. Algunas y algunos giraron la cabeza y se taparon los ojos en señal de pudor. Otros hicieron lo mismo, pero por otras razones. La carcajada hubiera resonado demasiado en el Luna vacío.
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