Lucas Arnold Ker y Martín Vassallo Argüello se lucieron en la cancha sosteniendo un buen nivel y achicando al máximo las oportunidades de la pareja holandesa, pero no estaban solos. A un costado, en constante movimiento, inquieto, atento, siempre alentando, aplaudiendo, y hasta socorriendo con una toalla en la mano –cuando el debutante Vassallo Argüello se arrastró por el piso al intentar devolver una bola–, el capitán del equipo argentino, Modesto “Tito” Vázquez, asumió con absoluta naturalidad su parte de protagonismo.

Su actitud, que por semejante empujaba a recordar a la que el ex capitán español Emilio Sánchez Viccario mostró durante la final de la Copa Davis –en contrapartida a la pobre imagen de esos días de Alberto Mancini, quien era devorado por la hoguera de vanidades de sus propios jugadores– no pasó desapercibida por el público ni por la prensa. Todos, de distintos modos, le devolvieron reconocimiento por ello.

Es cierto que sin David Nalbandian, sin Juan Martín Del Potro, sin José Acasuso y sin Agustín Calleri en el equipo resulta apresurado juzgar un cambio de actitud, pero también es cierto que este flamante capitán, todavía sorprendido por las diferencias mediáticas entre éste y su primer ciclo al frente del equipo argentino, allá por los años ochenta, ha conseguido en poco tiempo estampar su sello particular.

Frases como “respetamos a Holanda todo el tiempo, no como si fuéramos una potencia sino un equipo humilde”, o “agradezco al todo el cuerpo técnico y especialmente a los jugadores que pusieron el corazón para darle el triunfo a la Argentina”, o “gracias al público que vino”, o “éstos son jugadores argentinos que están peleando por la bandera”, marcan con claridad el tono del mensaje que baja el capitán. Que Vassallo Argüello haya confesado ante el público que, “si quieren, juego los dos puntos”, por los partidos de hoy, es más que una señal, quizá la inauguración de un camino con valores más intensos que el egoísmo y la avaricia.