Nueve años después de su debut como tenista profesional, cuatro años después de proponerse públicamente como meta alcanzar el número uno del mundo, el Mago Guillermo Coria anunció, con tan sólo 27 años, su retiro del circuito. Lo hizo cansado de acumular frustraciones, luego de haber obtenido nueve títulos profesionales –a fuerza de inteligencia, de enorme clase técnica y una mejor defensa– y de haber disputado otras once finales, entre ellas la de Roland Garros 2004, que perdió con su compatriota Gastón Gaudio.

“Ya no tenía ganas de competir. No fue la final de Roland Garros el problema, no sé qué hubiera pasado si la ganaba. De todas formas, al año siguiente volví a estar entre los diez primeros, fui al Masters, jugué contra Marat Safin, Andy Roddick y terminé séptimo del mundo cuando Nalbandian ganó el Masters”, aseguró el tenista nacido el 13 de enero de 1982 en Rufino, Santa Fe.

Dos semanas atrás, el diario francés L’Equipe publicó una historia en la que los tenistas de ese país profesaban su admiración por el argentino, cuya técnica consideraban la única arma disponible en el mundo para batir al actualmente imbatible Rafael Nadal, y admitían su nostalgia por la ausencia de esa magia en el circuito. La ausencia ahora fue asumida.

“He tomado la decisión de que no voy a volver a jugar –anunció ayer en Radio Continental–. Lo venía pensando hace varios meses. En Tailandia me di cuenta de que me costaba viajar, no sólo era el saque.” Fue en Bangkok que el santafesino disputó su último partido como profesional, hace casi un mes y medio. Coria, que fue número tres del mundo, era ayer el 672º.

“Lo que pasó, pasó. Estoy acá con nuevos proyectos, contento. No había tomado la decisión antes porque pensaba que mi problema era el saque, pero en el fondo sabía que no era eso –explicó–. Hice pretemporada y solucioné el saque en un mes y medio, cuando fui a Tailandia metí aces, una doble falta, pero cuando salí de la cancha me di cuenta de que el problema no era el saque, que no pasaba por ahí.” Coria planea dar clínicas en el interior y abrir una academia en Buenos Aires.

“Había perdido un poco las metas, la pasión”, insistió. “En 2005 ya venía con pocas ganas de competir, fueron tres años en que las cosas no me salían como quería, ya no sentía con tanta pasión lo que hacía y así es imposible hacer las cosas bien. En este deporte, hay que estar siempre al ciento por ciento”, señaló el santafesino, para quien sus mejores partidos fueron “la final de Roma con Nadal (2005) y el partido de Roland Garros con Agassi”.