DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
De la Máquina de River a este tiempo, pese a que la enorme mayoría de los que habitan en 2009 este planeta no vio a aquellos jugadores, pasando por el Real Madrid de Di Stéfano, Puskas, Kopa y compañía, el Santos de Pelé y Coutinho, Brasil del ’70, Huracán del ’73, la Holanda que cayó en la final del Mundial del año siguiente, Maradona y tantos más, hasta nuestros días de la fantástica Liga inglesa superpoblada de jugadores que no son ingleses, del Barcelona del último fin de semana, de este Huracán de hoy, un buen número de dirigentes, futbolistas, entrenadores, periodistas y demás especímenes históricamente adscriptos a los resultados como doctrina única, sacan –por lo menos de forma esporádica– patente de conversos y hacen como que adhieren al disfrute.
En el fútbol del mundo son prácticamente todos los equipos británicos de la Premier League, este Barcelona de estos tiempos y pocos más, además de algunos jugadores sueltos, los que invitan a que se los siga. Entre nosotros –parece que afortunadamente, y gracias a quienes siguen creyendo en las ilusiones y en las utopías– se está revirtiendo de a poco el mensaje hegemónico de quienes creen que la defensa del buen gusto en el tratamiento de la pelota es cosa de románticos caídos del catre. Incluso hay algunos que se están empezando a empilchar con ropa ajena...
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