DEPORTES › EL DOPING EN EL CICLISMO, UN FLAGELO QUE NO PARA DE CRECER
Greg Lemond, tres veces ganador del Tour de France, asegura que en su deporte suceden “las peores cosas” y que “el sistema corrompe a cualquiera”. Para Sandro Donati, un especialista italiano, se habla del ciclismo para tapar otros deportes con el mismo problema.
› Por Pablo Vignone
Desde Coventry
Nadie duda del fútbol como máxima expresión popular del deporte, de la misma manera que son muy pocos los que defienden la transparencia de uno de las actividades profesionales deportivas más envueltas en la polémica y el escándalo. “Las peores cosas suceden en el ciclismo”, asegura nada menos que Greg Lemond, tres veces ganador del Tour de France (en 1986, 1989 y 1990). Mientras crece la conciencia de que las apuestas y los arreglos de partidos se transformaron en una preocupación mayúscula para la credibilidad del deporte, en estos tiempos de pandemia el doping no deja tampoco de serlo y volvió a ser motivo de debate en Play the Game, la sexta conferencia mundial sobre la globalización del deporte que se lleva a cabo aquí.
“El uso de sustancias para mejorar la performance es una enfermedad que está matando al ciclismo –opinó Lemond–. Los peores escenarios siempre se hacen realidad.” El norteamericano es un campeón muy crítico con los dramas del pedaleo. “Fui afortunado al comenzar a competir cuando lo hice, porque si me hubiera vuelto profesional en 1993 o 1994, no sé qué habría pasado conmigo. Este sistema corrompe a cualquiera”, denunció.
“Ojo, que el ciclismo está en primer plano porque así se evita hablar de otros deportes igualmente afectados”, afirmó a este diario Sandro Donati, el máximo especialista italiano en la materia. “Los métodos de la Asociación Mundial Antidoping (WADA) para combatir el doping son más lentos que el esfuerzo de los médicos, los preparadores y los entrenadores que aplican los adelantos de la industria farmacéutica para dopar a los atletas.”
El italiano mostró en Play the Game que las rutas del tráfico de sustancias dopantes desde Asia y Colombia hacia Europa y Estados Unidos, respectivamente, son las mismas que las del tráfico de cocaína y heroína. “La cocaína es la punta del iceberg en el doping –señala dramáticamente– y distinguir en el deporte entre doping y consumo social es un error. Tanto la cocaína como los esteroides elevan las performances”, apunta Donati, sugiriendo que existe al menos un centenar de especialistas dedicados al doping de atletas. “Si un atleta consume cocaína, probablemente se esté dopando también”, asegura. Para Lemond, los atletas “son como ratas de laboratorio en manos de los especialistas. No me gustaría que mis hijos fueran hoy ciclistas profesionales”.
El presidente de la WADA, David Howman, recordó que el organismo que dirige se creó a propósito del escándalo Festina durante la edición 1998 del Tour de France, que comenzó con la expulsión de todo el equipo por groseras evidencias de doping y acabó con huelgas de ciclistas y descalificaciones masivas. La prueba fue conquistada por el italiano Marco Pantani, luego encontrado muerto en 2004 a causa de una sobredosis de cocaína.
“Pero en diez años hemos creado un Código Mundial Antidoping y hay que recordar que antes del inicio de los Juegos Olímpicos de Beijing se hicieron pruebas antidoping que dejaron afuera a 70 atletas encontrados positivos –subrayó Howman–. Nuestra tarea es darle al atleta ‘limpio’ la posibilidad de competir en igualdad de condiciones.”
A menos de un mes del arranque de la versión ’09 del Tour, los escándalos de esta semana en el ciclismo fueron la suspensión preventiva del ciclista español Anton Colom, al encontrársele eritropoyetina (EPO) en una muestra de sangre y las revelaciones del austríaco Bernhard Kohl –que fue tercero en el Tour del año pasado y luego dio positivo de CERA (una tercera generación de EPO)– asegurando que cualquiera de los diez primeros del Tour 2008 “seguramente estaba dopado”, una declaración de la que ayer mismo se retractó.
El campeón mundial 2005, el belga Tom Boonen, dio positivo de cocaína dos veces en menos de un año, en mayo de 2008 y abril de 2009, pero no fue suspendido por la UCI, la máxima autoridad mundial del ciclismo, y seguramente tomará parte del Tour, cuyos organizadores no quieren verlo participar. “La UCI castiga la honestidad y premia a los deshonestos”, opina Lemond.
En esta edición volverá el estadounidense Lance Armstrong, el siete veces ganador del Tour y siempre sospechado (pero nunca descubierto) de haber acudido al doping para vencer. Lemond, que conoce a su compatriota, no alberga dudas: “Nunca admitirá haberse dopado porque no tiene moral”, concluye.
“Los atletas están sometidos a muchas presiones –reflexiona el especialista italiano–. Llegan los Juegos Olímpicos y todo el mundo quiere medallas. Los gobiernos aportan el presupuesto para tenerlas. Y el doping suele ser el atajo a la demanda de tanto éxito.” El arreglo de partidos comienza a ocupar un lugar prominente en la agenda. Pero el doping proyecta aún la sombra de su amenaza sobre la sanidad deportiva.
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