DEPORTES › OPINION
› Por Daniel Guiñazú
Con Omar Narváez, nunca se sabe. ¿Reduce sus rivales a la insignificancia a partir de su dominio sin fisuras de todos los secretos de la técnica del boxeo? ¿O en verdad sus adversarios son tan poco dotados que puede hacer con ellos lo que se le antoje?
Su victoria del viernes por la noche en el Luna Park ante el mexicano Omar Soto por nocaut en el 11º round dejó margen para las dos especulaciones. Narváez goteó golpe a golpe, una superioridad que tornó la pelea en previsible y unilateral desde el segundo hasta el último asalto. Le bastó con su impecable manejo de las piernas en avance y retroceso, con su derecha en apertura y cada tanto su izquierda cruzada viniendo por detrás, para empequeñecer al peleador azteca y transformar el pleito en un solo de puños enguantados, que, hay que reconocerlo, durante largos ratos llegó a aburrir. Nunca es bueno el boxeo cuando hay uno que hace todo y otro que no hace nada.
Pero también es preciso decir que la pasividad y la falta de variantes de Soto le arreglaron la noche a Narváez. El campeón mundial de los moscas de la OMB había dado el jueves el límite de la categoría luego de un segundo pesaje y se lo imaginaba con problemas de energía, si debía forzar el ritmo en el arranque. No fue necesario. Soto se dejó dominar por Narváez y, desde lo técnico o lo temperamental, no intentó nada para discutir el control de las acciones que no fuese ir con la cabeza en punta. El árbitro portorriqueño Roberto Ramírez Jr se agotó de ese tercer puño y en el 8º round le descontó un punto.
Por eso, vale la pregunta del principio. ¿Narváez brilló y noqueó por sí mismo, por su inteligencia y su talento? ¿O porque Soto no se atrevió a nada para llevarse el título que el chubutense retuvo por 16ª vez? Hubo tanto de una cosa como de la otra sobre el ring legendario de Corrientes y Bouchard. Es cierto: Narváez ganó, lució y volvió a enamorar a los casi 10 mil espectadores que poblaron el estadio, porque no hay dudas de que es un enorme boxeador. Pero su victoria habría tenido otros condimentos si su rival no se hubiera resignado tan pronto a su papel de actor de reparto.
Dentro de apenas dos semanas, Narváez cumplirá 34 años. Ojalá que antes de que aparezcan en su boxeo las primeras señales del otoño, el chubutense se permita la chance de una pelea grande, en riesgo y en plata. Es lo único que le falta para sacar patente de crack.
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