DEPORTES › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
La decisión de la AFA de jugar el fin de semana con público los partidos de Primera es tan arriesgada como ambigua. Es cierto que se escuda en una política errática del gobierno nacional para paliar las consecuencias de la pandemia de gripe A, pero no exime a sus dirigentes de responsabilidad. “Las medidas oficiales no nos alcanzan”, dijeron. Y en efecto, es así. Entidades autónomas y tan diferentes como la mayoría de las universidades nacionales, muchas municipalidades, los organizadores de la Feria del Libro Infantil y las federaciones deportivas de básquetbol, voley y rugby de Santa Fe cancelaron las actividades previstas. Lo contradictorio es que la AFA sí suspendió las divisiones inferiores e infantiles, el fútbol sala y el fútbol femenino en virtud de un criterio que no contempló para la Primera: la emergencia sanitaria que habían dictado los gobiernos porteño y bonaerense.
¿Cuál es entonces la razón de semejante dualidad? Anoche, una fuente de la AFA habituada a dar rigurosa información explicó: “Porque hay que terminar los campeonatos”. Y a la segunda pregunta de qué pasaría si el Gobierno ordenara la suspensión de eventos masivos, la respuesta fue: “Se jugará a puertas cerradas”.
Este cachivache es parte de la lógica que domina el fútbol. Mientras el negocio que importa quede a resguardo (los calendarios apretados que deben cumplirse a rajatabla, los intereses de la TV y en menor medida las recaudaciones), todo es posible. ¿Cuál es la diferencia entre el fútbol profesional y el de las divisiones inferiores? ¿Cuál entre Vélez-Huracán y un partido de fútbol femenino? O dicho de otro modo, ¿en cuál de estos espectáculos se corre más riesgo de contagio? ¿En el fútbol de salón que también suspendió la AFA?
Ningún organismo del Estado sugirió cerrar los estadios, los cines o los shoppings, aunque especialistas en temas sanitarios y algunos ministros de Salud desaconsejaron asistir a eventos masivos. La AFA ni siquiera consideró esa posibilidad en la reunión de su Comité Ejecutivo el miércoles por la noche. Al contrario: programó como si no pasara nada las fechas y horarios de los partidos por la Promoción entre clubes de Primera División y la B Nacional, que serán a partir de la semana próxima, cuando acaso la gripe A se acerque a su pico de crecimiento.
El fútbol tiene una tradición de no bajar las persianas salvo en casos excepcionales, cuya excepcionalidad sólo definen Grondona y su corte de amanuenses. ¿Cómo podríamos sorprendernos ahora si no se toma esa decisión cuando se registran cientos de muertes en las canchas o en sus inmediaciones? Y aún más, si durante la guerra de Malvinas el fútbol no se detuvo mientras se combatía en el Atlántico Sur. La AFA se considera inmune hasta en época de pandemia. Tiene su propio remedio: el negocio que genera la pelota.
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