DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
Para que quede claro desde el principio de la lectura de esta columna: como se trata de opinar y no de relatar, lo que aquí se leerá no podrá ni será objetivo.
Por allá en los fines de la década del 60 y principios de la del 70, exhibiendo los ornamentos de su refinada vulgaridad –largas boquillas, ostentosas cadenas y relojes, anillos por doquier, lenguaje espectacularmente inentendible–, Guillermo Nimo se paseaba por algunas redacciones de medios gráficos vanagloriándose de no haber cobrado el famoso penal de Gallo, como árbitro que había sido del partido entre Vélez y River por el triangular –el tercero en discordia era Racing– que definió el torneo nacional de 1968.
Casi cuarenta y un años después, al rato de finalizado el partido entre Vélez y Huracán que definió el Clausura 2009, el referí Gabriel Brazenas reconoció, en actitud por cierto absolutamente opuesta a la de Nimo, haberse equivocado en los dos fallos fundamentales que le permitieron a Vélez ganar el torneo. Y que se sepa no se vanaglorió por ello.
De no haberse equivocado Brazenas, el actual príncipe consorte de la modelo Nicole Neumann, Fabián Cubero, no podría haber declarado para la televisión algo así como “... ahora parece que el ‘tikitiki’ lo tenemos nosotros...” después de haber cantado en el vestuario “...ahora el ‘tikitiki’ se lo meten en el culo...”.
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