DEPORTES › ESTUDIANTES DERROTO 3-0 A GIMNASIA EN UNA NUEVA EDICION DEL CLASICO PLATENSE
El campeón de América jugó y dio la vuelta olímpica al paso, ante un Gimnasia que fracasó en todas las líneas. Salgueiro, la figura del partido, Boselli y Enzo Pérez marcaron los goles del vencedor. Ormeño se fue expulsado en la segunda parte.
› Por Daniel Guiñazú
Estudiantes caminó toda la tarde. Caminando, le ganó el clásico platense por 3 a 0 a Gimnasia. Y caminando también dio la vuelta olímpica tras el partido y celebró ante más de 40 mil hinchas la conquista de la Copa Libertadores y una nueva victoria ante su rival de toda la vida. Fueron tan ostensibles las diferencias entre la solidez y la solvencia del equipo de Alejandro Sabella y la impotencia y el desconcierto del equipo de Leonardo Madelón que casi no hubo equivalencias. La victoria de Estudiantes nunca corrió riesgos y la derrota de Gimnasia siempre dio la impresión de ser inexorable.
Es posible que Gimnasia se haya sentido más visitante de lo que fue en realidad. Sin el marco afectivo que podía haberle dado su gente, que tuvo el ingreso vedado al estadio Ciudad de La Plata, el Lobo pareció intimidado por el marco abiertamente adverso. Nunca se plantó a jugarle de igual a Estudiantes, salió a esperar en el medio con ocho hombres por detrás de la línea de la pelota y apeló a la pierna fuerte y a la protesta desmedida para marcar presencia. Tanto pegó en el primer tiempo que le amonestaron cinco jugadores y terminó el clásico jugando con diez por la expulsión del chileno Ormeño luego del gol de Enzo Pérez. Y tan poco jugó que su primer remate al arco sucedió a los 28 minutos del primer tiempo, cuando ya perdía 1 a 0 con un gol de Salgueiro a los 18 y le tocaban la pelota con soltura por cada rincón de la cancha.
La ventaja le ratificó a Estudiantes que recorría la senda correcta. Y después de veinte minutos inmejorables, se retrasó para jugar de contraataque, pasándole a Gimnasia la responsabilidad de llevar el peso del espectáculo. Pero Gimnasia no tuvo nada para ofrecer. La presión que Estudiantes ejerció en el medio se lo devoró sin miramientos. Y cuando pudo quebrarla en el segundo tiempo, los intentos cayeron en el vacío, empujados por una llamativa incapacidad para generar juego y por una prestación individual en la que resulta imposible salvar a alguien. Por eso, la tarde pincharrata fue serena. Ni siquiera la salida de Verón por una lesión a los ocho minutos del segundo tiempo, alteró la rutina del partido. Cuando Estudiantes apretó a fondo su acelerador, Gimnasia lo vio pasar de largo.
Los goles de Boselli a los 68 minutos y de Enzo Pérez a los 76 cayeron por decantación de una superioridad tan abrumadora como natural. Porque Estudiantes no debió esforzarse demasiado para ganar con la sencillez con la que ganó. Y tampoco tuvo una actuación memorable. Simplemente volvió a hacer bien aquello que lo ha llevado a ser el último campeón de América. Y con eso le bastó para vivir otra tarde de fiesta a expensas de la mediocridad sin arreglo de Gimnasia.
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