A 350 kilómetros de Buenos Aires, Tandil tiene tres de sus hijos entre los cien mejores tenistas del mundo. Juan Mónaco está 37º, Máximo González es 69º y, por supuesto, Juan Martín del Potro es el quinto mejor jugador del planeta. Diego Junqueira, que ahora está 153º pero fue 68º en marzo, también nació en la ciudad, que hoy tiene 120 mil habitantes, lo mismo que el ya veterano Mariano Zabaleta (413º, pero 21º en 2000).

“Tenemos un método de trabajo, una línea de entrenamiento basada en la modestia, la dedicación, la planificación”, dice mientras da indicaciones con la mano a sus alumnos Marcelo “Negro” Gómez, 39 años, el entrenador del milagro. Fue él quien guió en sus primeros pasos a Del Potro.

“Tenemos una tradición de jugadores que han sido espejos de otros chicos –explica Gómez–. Guillermo Pérez Roldán, que fue trece del mundo en su época, en los ’80, fue espejo de Mariano Zabaleta. Zabaleta fue el espejo de Mónaco, González, Junqueira y Del Potro. Y los chicos de hoy se van a inspirar en Del Potro.”

El club Independiente de Tandil, fundado en 1918, a donde Del Potro llegó para jugar al fútbol, la usina de talentos de tenis, ya no sólo prepara chicos nacidos en la región. “Esta chica es colombiana, ella es venezolana, él es brasileño, ella es húngara”, señala Gómez rodeado de sus alumnos. “Los chicos ven que estas personas jugaron en las mismas canchas y que ellos pueden ser los próximos.” Gómez admite que Tandil “es un lugar donde hay que sacrificarse mucho: las mañanas son muy frías”.

“Tuve la posibilidad de ser su preparador y entrenador desde que tenía seis años –cuenta el entrenador–, pasando doce años de su vida formándolo, guiándolo y dándole todo mi conocimiento para que sea el mejor del mundo. Hoy ese sueño se hizo realidad y es muy reconfortante”, completó. “El triunfo de Juan Martín es un regalo para todo Tandil, para los argentinos y para quienes formamos parte de su formación como tenista.”