El histeriqueo generalizado le ganó al resto de las implicancias que pudo haber dejado el River 3 Boca 1 del miércoles por la noche en Mar del Plata. En uno y en otro sentido. En especial desde los comunicadores, que disfrazados de “no partidarios” no ahorraron elogios absurdamente desamesurados para los ganadores, así como críticas casi insultantes para los perdedores.
Quienes baten el parche de “un futuro venturoso” (remedando el maravilloso contrapunto de Carlitos Núñez Cortés y Daniel Rabinovich en la “Serenata mariachi” de Les Luthiers, omitiendo solamente la referencia al “ámbito bucólico” de la misma entrañable pieza musical) omiten el de a ratos vergonzoso primer tiempo de River, jugando al pelotazo a cualquier parte, pero –eso sí– con vértigo siempre y con pausa nunca, como característica casi excluyente. Reivindicaron –eso sí– el buen toqueteo casi siempre de primera de los chiquilines de River en el segundo tiempo, lo que simplemente demuestra que se puede...
Los otros, los históricos, y ahora también histéricos portavoces de las grandezas y las miserias de Boca, apuntaron con inédita virulencia contra Alfio Basile, cuestionándole más que nada la cuestión de los “códigos”, pero sin detenerse en la manera en que juega Boca, que hace rato marca mal en el fondo y parecen no entender que Guillermo Barros Schelotto ya no está para jugar para el cabezazo de Palermo y no se le encuentra otro argumento ofensivo.
De todos maneras, 48 horas atrás, tanto River como Boca estaban al borde de la catástrofe futbolística, y ahora parece que River salvó el verano. A menos que el domingo, en Mendoza, estos exégetas de lo “a posteriorístico” tengan que propalar un “futuro venturoso” para Boca.
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