DEPORTES › LA PATRIA TRANSPIRADA
› Por Juan Sasturain
Enviado especial a su casa.
Coincidimos en que Argentina mereció ganar por más goles, terminar con menos angustias, ayer ante Nigeria. ¿Qué queremos decir con eso? ¿Es justa la apreciación? Si nos embocaban al final, ¿era injusto, entonces? Son cuestiones de concepto. De las que hacen tan lindo –por imprevisible y abierto al azar– al fútbol.
Pasó lo que pasó y pudo haber pasado otra cosa (2-0 o 3-0 o 1-1) sin que el partido fuera demasiado diferente de lo que fue, el trámite, digo, aunque el resultado final fuese otro... Es decir: Argentina (muy bien, bien o regular) jugó mejor que Nigeria porque creó más ocasiones manifiestas de gol (el doble largo de situaciones claras: delantero vs. arquero sin intermediarios) y eso, creo, es lo que permite emitir un juicio sobre quién fue superior al otro en un partido: el que llega más y más claro, cualquiera sean sus medios: atacando, de contra, al toque o al pelotazo. Es una medición de algún modo cuantitativa y palpable. Sobre estética, es otra discusión.
La otra cuestión es la relativa a la eficacia, es decir, la proporción de esas ocasiones que resultan concretadas: los grandes equipos (y los grandes jugadores) suelen definirse o caracterizarse, a la larga, por la aptitud para aprovechar al máximo las oportunidades creadas (o entregadas por el rival). Por eso suelen ganar por jugar mejor que los rivales pero, además, suelen ganar aunque no hayan jugado mejor: aprovecharon bien la/las que tuvieron.
Es que a la inversa, cuando un equipo necesita llegar diez veces para hacer un gol tiene algo bueno (las diez llegadas) pero está en problemas –pueden ser ocasionales o consuetudinarios– que debe atender; y cuando, además, le llegan dos veces y lo embocan –en un partido o casi siempre– también está en problemas.
Hay equipos o entrenadores que se preocupan primero por “el cero en el arco propio”, es decir, “que no te lleguen”. Eso, como filosofía primordial y consecuente o como estrategia puntual de un partido. Calculan que así obligarán al rival a forzar el trámite y a exponerse: especulan con que, aunque lleguen poco, podrán aprovechar esas oportunidades contadas que el rival les otorgue. En general esas cuestiones tienen que ver con la elección de tener o no la pelota, dejársela al otro y esperar/hacer que la pierda para ir...
Argentina, ayer, jugó en general bien, quiso hacerlo con la pelota, pensó primero en el arco rival, fue a buscar el partido y el resultado, creó situaciones, pero la embocó poco. Llegó diez veces claramente, hizo un gol de pelota parada, ganó 1-0 y estuvo bien. Nos gustó.
Argentina, hace unos meses en el último partido serio con Diego al frente, ante Alemania afuera, jugó sólo regular, no quiso o no pudo jugar con la pelota, pensó primero en el arco propio que en el rival, fue a esperar el partido, a ver qué hacía el rival, no creó situaciones –tampoco le llegaron tanto– y embocó la que tuvo. Ganó 1-0, a muchos no nos gustó pero se festejó mucho. También ahí el resultado pudo haber sido otro.
Ahí es donde se aplican con ligereza los criterios del mereciómetro: la injusticia en términos estrictos sólo puede aplicarse a un resultado cuando depende de un fallo erróneo flagrante (referí bombero y/o inepto) o de una circunstancia fortuita manifiesta –lesiones determinantes, goles en contra en jugadas desgraciadas, reiteración de palos a favor o en contra–, pero el resto es terreno opinable. Porque se puede jugar mejor y perder –por todo lo dicho anteriormente– y a la inversa también.
Ayer, Argentina fue a buscar el partido, jugó mejor que Nigeria y tuvo al jugador más capaz e inteligente de la cancha: lo de Messi, notable. Nos gustó cómo intentó jugar, más allá de que lo lograra en algunos momentos y en otros no. Pero, además, ganó bien y el resultado le fue favorable por menos diferencia de la que podría haber sido. Porque si hubiésemos empatado –lo que podría haber pasado: es así–, el juicio sería el mismo, aunque no la sensación ni el estado de ánimo.
Que de estas cosas se trata cuando hablamos de y sentimos el fútbol.
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