DEPORTES › LOS CONTRASTES ENTRE SALVEMOS AL FUTBOL Y LA ORGANIZACION HINCHADAS UNIDAS ARGENTINAS
A la ONG que preside Mónica Nizzardo, y que cuenta entre sus colaboradores con el ex juez Mariano Bergés, le falta apoyo y la aprietan las deudas. La que conduce Marcelo Mallo, en cambio, mandó barras a Sudáfrica y además funciona en un lujoso petit hotel de tres pisos.
› Por Gustavo Veiga
El contraste entre ambas organizaciones resulta notable y sus diferentes recursos también. Hinchadas Unidas Argentinas (HUA) tiene su sede en un petit hotel de tres pisos y 600 metros cuadrados sobre la calle Junín. Salvemos al Fútbol (SAF) funciona en un departamento de 42 metros de superficie donde vive su presidenta. Están separados por una cuadra y media de distancia, en el barrio de Congreso. Al primer edificio lo suelen visitar centenares de barrabravas liderados por un puntero kirchnerista de Quilmes. A la pequeña vivienda de la calle Ayacucho le reclaman las expensas atrasadas y necesita 800 pesos en impuestos y servicios para mantenerse. Los integrantes de HUA viajaron al Mundial de Sudáfrica con dineros de dudosa procedencia y SAF sobrevive con la cuota de 20 pesos mensuales que pagan trece de sus dieciocho socios (a cinco madres con hijos que murieron por la violencia en el fútbol se las relevó del aporte). Unos, los barras, reclaman prebendas como trabajar de acomodadores en los estadios. Los otros, una ex dirigente y profesora de música, un ex juez, familiares de las víctimas e hinchas a secas, ya hicieron unas sesenta denuncias judiciales contra políticos, policías, directivos y la patota. Mientras la ONG que conduce Marcelo Mallo cobró notoria visibilidad en la Copa del Mundo y por ahora goza de buena salud, Mónica Nizzardo está jaqueada por las deudas que contrajo para mantener viva a Salvemos (así le dicen afectuosamente sus integrantes) y abandonará la presidencia full time porque necesita trabajar para subsistir. Los dos casos, por tan desiguales, expresan la sinrazón de estos tiempos de fútbol violento.
Los barrabravas aspiran a conseguir un puesto rentado como guías-acomodadores en los clubes que dicen amar. Para eso, y exigir que vuelva el público visitante en el Ascenso, marcharon el 11 de agosto pasado desde su cómoda sede hasta la AFA. Los integrantes de SAF, que cumplió cuatro años, también han reclamado a las puertas de la asociación que controla Julio Grondona desde 1979. Aunque su objetivo siempre fue otro: quieren que renuncie el veterano dirigente que festejó sus 79 años el 18 de septiembre. Lo responsabilizan de no hacer nada por las víctimas fatales del fútbol.
Mallo, el presidente con prontuario de HUA, anunció aquel 11 de agosto: “Queremos pedir que incluyan de una vez por todas a los muchachos como acomodadores de los estadios. La gente tiene que saber que nuestro proyecto sigue adelante después del Mundial”. Esta semana, en una carta pública que envió a los socios de SAF, Nizzardo confesó: “Pongo a disposición mi renuncia a la presidencia para poder buscar trabajo y pagar mis deudas. No me sorprende. Siempre supe que cuando los ahorros se terminaran, trabajando sólo lunes y jueves como profesora de música en una escuela de arte de la ciudad de Buenos Aires, a pesar de mis veinte años de antigüedad, no lograría cubrir los gastos para sobrevivir”. Primer contraste. Hinchadas Unidas insiste con su propuesta de transformar a los muchachos del tablón en nuevos “líderes sociales”. Salvemos al Fútbol renueva autoridades pasado mañana para reemplazar a Nizzardo en su conducción. Declina una luchadora clave.
En la ONG de Junín 154 hay barrabravas con causas por delitos graves en la Justicia argentina, y uno, Sergio “Flay” Roldán, de San Martín de Tucumán, fue condenado por homicidio y detenido por haber viajado al Mundial sin permiso mientras gozaba de libertad condicional. En HUA también figuran otros deportados desde Sudáfrica por causar incidentes. En junio pasado, unos 250 siguieron a la selección de Diego Maradona con suerte diversa. Ahora quieren recuperar protagonismo (representan a unas 43 barras bravas) y por eso insistieron el mes pasado con un petitorio en la AFA. Los recibieron Héctor Domínguez, ex presidente de Gimnasia y Esgrima La Plata y estrecho colaborador de Grondona; los presidentes Roberto Bugallo, de All Boys; Javier Marín, de Acassuso, y Fernando Araujo, de Leandro Alem.
El propósito de SAF es muy distinto desde su nacimiento. Nizzardo denunció a un barrabrava de Atlanta –su club– por atacar la sede social y causar destrozos el 17 de febrero de 2004. Dio la cara donde la mayoría de los hombres no la dan. Y desde la organización que preside, impulsó más causas judiciales, que llegan a ser unas quince por año, contra distintos personajes públicos: Diego Maradona, Carlos Bilardo, Javier Castrilli, el ex presidente de Newell’s, Eduardo López, el comisario bonaerense Rubén Pérez, a cargo del Coprosede y el propio Grondona, entre otros. Para ello contó con la colaboración del ex juez y secretario general de SAF, Mariano Bergés, y de su hermano Agustín, quien también es abogado y tesorero de la ONG.
“La gente ve a Salvemos al Fútbol más grande de lo que realmente es”, dice Nizzardo, quien de la nada creó esa entidad que se transformó en referencia insoslayable de la lucha contra toda forma de violencia y corrupción en el fútbol. Entre los socios que la apuntalan, además de los hermanos Bergés o las madres de jóvenes asesinados como Liliana García, Nora Tárraga y Norma Roldán, hay una periodista, un director de teatro, un sociólogo y el realizador Pablo Tesoriere, autor de Puerta 12, uno de los mejores documentales filmados en la Argentina sobre un tema de fútbol. A diferencia de Mallo y sus muchachos, que se procuraron fondos para viajar al Mundial de Sudáfrica contabilizados en varios miles de dólares, esta mujer y quienes la acompañan se las ingeniaron para presentar denuncias en Córdoba, Rosario y La Plata, una y otra vez. “En una oportunidad recibimos una donación de 250 pesos de alguien que desconocemos y la envió por Internet. Y en otra, por una denuncia, alguien depositó 1000 pesos en el Banco Nación. Eso fue todo lo que logramos de personas que no pertenecen a Salvemos en estos cuatro años”, recuerda Nizzardo, como toda declaración de ingresos. Es difícil de imaginar que alguien pudiera hacer una confesión semejante en el petit hotel de Junín 154, con dos entradas y señoriales pisos de madera. El mismo que se llena de ruidos molestos, cantitos y algunas peleas cuando lo visitan las 43 barras bravas unidas de un fútbol argentino que, en seguridad deportiva, sigue en franco declive.
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