DEPORTES
Póntela, pónsela
La camiseta de Boca cambió de sponsor, la de River no lo tiene aún y en el Barcelona FC prefieren cerrar el club antes de manchar el blaugrana con una inscripción comercial. Pero nada se compara con el patrocinante de la camiseta del Alianza Lima de Perú: “Vladi”, una marca de condones que remite al tenebroso Vladimiro Montesinos...
› Por Gustavo Veiga
La noticia se desparramó mucho más rápido que la pieza de látex sobre la sensible zona del hombre. Los publicistas no utilizaron gel, pero sí un slogan contundente: “Increíble, salió Vladi”. Enseguida, la publicidad del preservativo fabricado en España, “para prolongar la relación sexual...”, ya estaba impresa sobre la camiseta del popular club Alianza Lima. Hace un puñado de días, en el estadio Alejandro Villanueva, ubicado sobre la avenida Isabel la Católica, los hinchas se refregaron los ojos, quizá porque no alcanzaban a comprender lo que ocurría. Martha del Carpio, de International Concepts, la importadora del curioso condón, ensayó una explicación: “Se buscó un nombre que sea de fácil recordación, que tenga impacto, que tenga momento y, por eso, se ha puesto ese nombre”. Los medios peruanos, mientras tanto, ya anunciaban: “Los vladicondones invaden Lima”.
El tenebroso Vladimiro Montesinos, detenido en su país y acusado de dirigir una red de corrupción, mantener vínculos con el narcotráfico y cometer violaciones a los derechos humanos durante el gobierno de Alberto Fujimori, se convertía así en una especie de numen para los creativos locales. El lanzamiento publicitario, acaso porque se desarrolló en una nación donde la sola mención de su apodo equivale a decir en la Argentina algo así como “Diego” o “Bati” –que nos perdonen los ídolos–, sorprendió por la característica del producto, aunque no tanto porque se lo denominó “Vladi”.
En febrero del 2001, un grupo de cuatro avispados peruanos inventó el ahora famoso “Vladigame”, un videojuego que llegó a agotarse. Niko, el héroe del entretenimiento virtual, una especie de Gokú (el personaje de Dragon Ball) limeño, combate a puro pelotazo a los máximos exponentes de la corrupción nacional: Montesinos y el prófugo ex presidente. En eso consiste el pasatiempo que ya dio la vuelta al mundo. Sus creadores recibieron pedidos de Japón, Estados Unidos, Suecia y varios países de Latinoamérica.
Pero esta vez, a diferencia del “Vladigame”, los preservativos –que son comercializados como “una ayuda colateral a la eyaculación precoz”– le reportarán una buena cantidad de dólares al club de mayor convocatoria en el Perú. Alianza Lima, que tiene una camiseta muy parecida a la de Talleres de Córdoba (con bastones azules y blancos más gruesos), ahora exhibe el producto sobre el pecho de sus jugadores en llamativas letras rojas. El contrato que firmaron sus dirigentes encabezados por Alberto Masías Ramírez contempla que “Vladi” será sponsor tanto en los partidos por el campeonato local como en la Copa Libertadores.
Los hinchas del equipo están divididos. Hubo quienes tomaron como un hecho risueño al auspicio del condón, aunque tampoco faltaron las quejas. Hasta ahora se desconocen los resultados de la campaña publicitaria que, al menos, logró conmocionar con su lanzamiento. A más de un peruano se le congeló el ánimo cuando leyó en los diarios: “Salió Vladi”, pese a que se trataba de la presentación de un inofensivo preservativo.
En nuestro país es poco probable que este tipo de productos tenga más fuerza de venta si su propaganda es lucida por algún equipo de fútbol. Pero convengamos que cada vez son más los artículos que buscan su lugar bajo el sol de un mercado que todo se devora, hasta los gobiernos. En España, el club Zaragoza es auspiciado en su camiseta por “Colchones Pikolin”, quizá una curiosidad menor comparada con los condones peruanos. Y aquí lo más osado que se recuerde no llegó a publicitarse en la vestimenta de los futbolistas. En enero último, el plantel de Almirante Brown, que juega en la Primera B Metropolitana, consiguió alojamiento para dormir la siesta en un albergue transitorio. Sus jugadores, sonrojados, hasta fueron entrevistados sobre colchones de agua y consultados sobre su sexualidad. Lo que denotaba la tremenda crisis económica, por obra y gracia del afán periodístico, se convirtió en una nota humorística. Alejado de estos avatares sufridos por los clubes del Ascenso, Boca acaba de incorporar como nuevo patrocinante a Pepsi, la multinacional de bebidas que desembolsará casi 4 millones de dólares por aparecer sobre la franja amarilla de su camiseta. A esa suma sólo podría acercarse River, el otro grande en convocatoria de público y minutos –ya no segundos– televisivos. El club de Núñez está en tratativas con un grupo inmobiliario italiano, que pretende invertir en el país, y pagaría hasta 3 millones de pesos por la camiseta de River y estática en el Monumental; si el negocio con los italianos no cierra, se sumaría una cervecera distinta de la que lo auspició hasta el 2001. Los demás clubes hacen fila muy lejos a la espera de las migajas que aún quedan de publicidad.
En la Argentina, los dirigentes podrían contemplar azorados lo que ocurrió con el poderoso Barcelona de España. Su consejo directivo no acepta que los colores azulgranas de la camiseta que visten Rivaldo, Kluivert y Saviola sean compartidos con producto alguno. Ni siquiera a cambio de los 34 millones de dólares que el club catalán recibió de Havas Advertising Sports, que debió conformarse con difundir su imagen en el imponente Camp Nou y otras instalaciones del Barça.
Es más factible que, ante la grave actualidad que atraviesan nuestras instituciones, las camisetas luzcan aquí el logotipo de una píldora anticonceptiva o el nombre de un hotel alojamiento de segunda clase. Aunque después, la inversión o el canje publicitario, difícilmente contribuyan a la reactivación del fútbol o a vender el producto en semejante contexto.