Mar 27.12.2011

DEPORTES  › OPINIóN

El desafío es recuperar el deseo por el deporte

› Por Osvaldo Arsenio *

El deporte argentino y, por supuesto, muchas otras actividades en el país viven un hecho poco usual en su historia: la continuidad de un proyecto que alberga potentes políticas de Estado como herramientas transformadoras.

Este tercer período de gestión del secretario Claudio Morresi arranca con fuertes haberes, como las doce medallas olímpicas, seis en Atenas 2004 y seis en Beijing 2008 –el mejor ciclo desde el que fue de Londres 1948 a Helsinki 1952– y el fresco recuerdo de la gran actuación en Guadalajara, hace sólo dos meses, en donde la Argentina no solamente casi duplicó sus medallas de oro en comparación con Río 2007 sino que, además, logró podios en 24 diferentes deportes.

Esta simple estadística podría inducirnos también a errores de interpretación, que por suerte no nos ocurren. Por ejemplo, Etiopía, que apenas desarrolla con éxito una rama del atletismo y que tiene bajísima participación masiva de su población en el deporte social, puede eventualmente superarnos, y Noruega o Dinamarca, con una admirable integración de sus ciudadanos a la actividad física masiva, quedar por detrás nuestro en los medalleros olímpicos. Seguramente el desafío más arduo de todo país es el de mejorar paralelamente ambas márgenes del deporte, el social y el alto rendimiento, buscando integrarlas.

Es claro, sin embargo, que la fría matemática tampoco alcanza a contemplar todo el panorama, como el de los deportes virtualmente “resucitados”, aquellos que en 2003 no participaban en el nivel internacional, subsistiendo casi invisibilizados y con realidades fuertemente empobrecidas en calidad y cantidad de representantes.

En este sentido es bueno recordar que 2003 se inició con diez disciplinas con menos de 500 practicantes, en tanto que algunas de ellas ni siquiera llegaban a los 40 federados en todo el país.

La irrupción de los Juegos Evita, la Escuela Media con orientación deportiva, los programas con clubes barriales, la creación del Enard, los Centros de Desarrollo Deportivo y un presupuesto que aumentó un 1200 por ciento fueron, entre otras, las herramientas con las que el Estado mostró una presencia decisiva, que potenció el deporte social conectándolo con el de alto rendimiento.

Quizás el desafío de los próximos años pasará por la multiplicación de las competencias regionales y nacionales en los deportes individuales menos difundidos, y en la habilidad técnico-científica para la captación y desarrollo de los talentos emergentes.

Es así que la superación y el éxito de la gestión no sólo deberá medirse por las medallas ganadas, sino también en ésta, la imprescindible y fuerte recuperación del deseo y la memoria colectiva para practicar deporte que hoy vuelve a formar parte de lo cotidiano en millones de niños y adolescentes que se pueden incluir nuevamente en el maravilloso mundo del deporte.

* Director nacional de Deportes.

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