DEPORTES › BATALLA CAMPAL EN MAR DEL PLATA
› Por Daniel Guiñazú
Las barras bravas pertenecientes al Sindicato de Camioneros de Mar del Plata decidieron vengar en vivo y en directo la derrota por nocaut técnico en el 10º asalto de Luis Alberto Lazarte ante el filipino Johnriel Casimero por el título interino minimosca de la Federación Internacional. Y, en la madrugada de ayer, provocaron en el estadio del Club Once Unidos de la ciudad balnearia, una de las noches más escandalosas que haya tenido el boxeo argentino en su historia.
Desaforados, no bien quedó decretado el traspié de Lazarte, los pesados sindicales arrojaron al ring botellas de plástico y sillas. Y como si eso no les hubiera sido suficiente, tres de ellos treparon al cuadrilátero y agredieron a puñetazos y patadas a Casimero y sus asistentes, mientras el ringside se convertía en un festival de puntapiés, trompadas e insultos.
Casimero escapó de la horda de la manera más insólita: se ocultó debajo del cuadrilátero, del que sólo salió cuando la policía marplatense, que intervino tardíamente, le garantizó que podía llegar sano y salvo a los vestuarios. Sus segundos no tuvieron la misma fortuna: los bajaron de los cabellos y fueron pateados en el piso sin misericordia. La batalla campal terminó cuando los forajidos determinaron que el escarmiento había sido dado. Llamativamente, no se produjeron detenciones ni se reportaron heridos entre el público, las autoridades y los periodistas. Tampoco habrá sanciones para nadie.
Debe dejarse algo muy en claro: no fue el público habitual del boxeo el que produjo semejante estallido. Fueron las patotas gremiales que siguen a Lazarte y que coparon el estadio marplatense, las que reaccionaron con furia ante la derrota del pugilista local. Como se sabe, Lazarte es barrendero de las plazas céntricas de la ciudad. Y los últimos tiempos de su campaña han sido financiados por el Sindicato de Camioneros, que incluso le aportó dinero al promotor y manager Osvaldo Rivero para el montaje de sus peleas por el título. Tan a la vista de todos actuaron estos barras que uno de los que subió al ring para trompear a Casimero llevaba una pechera verde con la inscripción “Camioneros-100% Peronista-Recolección”.
Lazarte colaboró también con el clima que se fue gestando. Enardecido, desesperado e impotente para contener el mejor estilo de Casimero, dejó de lado el boxeo, convirtió la pelea en un vale todo y desplegó un artero repertorio de incorrecciones. Casi no le quedó falta por cometer. Cabezazos, golpes en la nuca, en los riñones y por debajo de la línea del cinturón y hasta dos dentelladas aplicadas al hombro izquierdo del filipino transformaron una pelea por un título del mundo en un aquelarre que pronto escapó al control del atribulado árbitro estadounidense Eddie Claudio. Tan fuera de sí estaba Lazarte que en una de las tantas veces que el árbitro lo advirtió, le dijo: “¿Vos querés salir vivo de acá?”. Increíble pero cierto.
Casimero tampoco fue un inocente en esta trama. Inexperto (Lazarte le llevaba 20 años de edad y casi lo cuadruplicaba en combates realizados), cayó en la trampa que le tendieron y sufrió dos descuentos de puntos en el 4º y 8º asalto y una cuenta en el 5º luego de que sus piernas se enredaran con las de su rival. Cuando pudo serenarse, en el 9º round, colocó un uno-dos que envió a la lona a Lazarte quien cayó una vez más en ese round y otra en el 10º cuando el árbitro detuvo las acciones al mismo tiempo que volaba la toalla desde el rincón del marplatense.
Es una pena que un esforzado batallador de los rings como Lazarte haya cerrado su carrera con este bochorno. Prisionero de un aparato sindical que primero lo apoyó y ahora lo destruyó, sería mejor que después de lo sucedido, por decoro personal, ponga un piadoso punto final y se fuera del boxeo para siempre. Se vuelve de cualquier lugar. Menos de la vergüenza.
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